sábado, 4 de febrero de 2017

Querido peatón:

Te escribo (y me escribo a mí misma porque al fin y al cabo todos somos, en algún momento, peatones en el espacio público) para decirte que debes ser consciente de tu posición privilegiada en las leyes peruanas e internacionales en cuanto a tránsito y movilidad se refiere; quiero que sepas que debes hacerte respetar y tú mismo respetarte cuando caminas por nuestra ciudad o por cualquier ciudad del mundo.

Hacerte respetar y respetarte, significa que debes conocer estos derechos. Debes saber que tienes prioridad de cruce en cualquier esquina, semaforizada o no, señalizada o no; y que si estás cruzando y viene un auto; este debe detenerse y permitir que termines de cruzar, tú no tienes por qué correr, o saltar, o soportar que te toquen el claxon, o sobre-paren y luego arranquen amenazándote con avanzar; pues estas ejerciendo tu pleno derecho. Debes saber que la vereda es tuya, exclusivamente tuya y de los demás peatones vayan estos a pie, en cochecitos de bebé, en silla de ruedas o lleven bastón; y que cualquier persona que se desplace con cualquier otro medio de transporte por la vereda (patines, patinetas, bicicletas, moticicletas, autos, etc.),  no solo está poniendo tu vida y tu integridad en riesgo sino también está procediendo en contra de la LEY. Debes saber que tienes derecho a espacios públicos de calidad donde puedas pasear, reunirte con tus amigos, mirar el paisaje, conversar, descansar, en fin: EXISTIR.

Estos y muchos derechos tienes querido peatón, y hacerte respetar implica hacer respetar tus derechos, tanto por otros usuarios del espacio público como por las autoridades que tú como ciudadano has elegido directa o indirectamente. Pero hacerte respetar y respetarte, implica también conocer y respetar tus deberes ¿Lo sabías verdad? tienes deberes, algunos que son de un sentido común tan básico como: no caminar por la pista, no cruzar la pista si no es en una esquina, o de haber semáforo respetarlo; por favor nunca tomes un taxi o el transporte público imprudentemente y sin respeto por los demás conductores y usuarios del espacio público, no vayas a ocasionar algún accidente; no camines borracho por las calles, podrías lastimarte o lastimar a otros. ¿Elemental verdad?

Bueno, hay algunas cosas que no son tan elementales pero tampoco son tan imposibles de tener en cuenta. Por ejemplo ¿sabías que la mayoría de los ciclistas con los que converso no le tienen miedo a los autos sino a los peatones? Pues aunque no lo creas así es, los autos son mucho más predecibles que los peatones, por lo que es más fácil tomar las precauciones a respecto; sin embargo la mayoría de accidentes leves que han sufrido mis amigos y la mayoría de casi-accidentes en los que me he visto involucrada han sido originados por un peatón distraído, déjame por favor exponerte algunos ejemplos mientras te ruego: ¡por favor no hagas tú lo mismo que ellos! Y si fuiste tú uno de ellos ¡Por favor no lo vuelvas a hacer!

Empezaré por lo más obvio:

1.- Por favor no invadas una ciclo-vía exclusiva ¿Sabías que hay en nuestra ciudad dos tipos de ciclo-vías? Así es: una ciclo vía exclusiva es aquella por donde solo pueden transitar ciclistas, (El caso de patinadores, skaters, bicimotos y otros aún no se define muy bien si podrían ir por una ciclo vía exclusiva o no). La ciclo-vía exclusiva excluye (Valga la redundancia) a los automovilistas, motociclistas y peatones; estos no deben circular por estos espacios, así que por favor, no asumas que la ciclo-vía es una prolongación de la vereda, no te pares en medio para esperar cruzar la pista, no te bajes del taxi allí, y por favor cruza solo en los lugares adecuadamente señalizados; si la ciclo vía es de doble sentido y no hay señalización, mira en ambas direcciones antes para así salvaguardar tu propia integridad y la del ciclista.

Invadiendo la ciclo-vía exclusiva
FuenteYo

2. Por favor recuerda que las ciclo-vías de convivencia no son parques, son lugares de tránsito. Así es, en la Av. Pardo o la Av. Arequipa; por poner algunos ejemplos; funcionan ciclo-vías de convivencia, quiere decir que ahí conviven peatones y ciclistas; en estos lugares los ciclistas no deben ir a más de 10 km/h para salvaguardar la seguridad de los peatones; pero también es responsabilidad del peatón cuidar la seguridad del ciclista así como la propia. Si circulas por la Av. Arequipa no invadas la zona exclusiva para ciclistas (Hay una línea a la mitad del piso por favor tenla en cuenta), podrías provocar que alguno te golpee sin querer, igualmente no permitas que los ciclistas invadan la zona para peatones.  En ninguna de estas vías permitas que tus hijos jueguen peligrosamente (Ya lo dije no son parques y simplemente jugar con alguna pelota podría resultar peligroso), por favor no camines distraídamente cambiando de dirección de manera imprevista; hasta al ciclista más cuidadoso le resultaría bastante difícil no atropellarte si de la nada te detienes o cambias tu trayectoria.

Estas muy linda, pero por favor fíjate por donde caminas
FuenteYo

Y si paseas a tus perros; recuerda de nuevo que no estás en un parque, no los dejes sueltos; si llevas las correas extensibles ten consideración por los demás peatones y con los ciclistas y no permitas que el desplazamiento de tu perro constituya una trampa para ellos. Sobre todo ten en cuenta que en las noches las correas extensibles no son visibles en las zonas con baja iluminación. (Ya vi a un perro arrastrado por un ciclista porque la dueña permitió que su mascota cruzara la ciclo-vía y se quedara al otro extremo de esta, con la correa extendida prácticamente imperceptible en una zona de muy baja iluminación; por supuesto la dueña de la mascota se la pasó despotricando contra el ciclista, cuando evidentemente la responsabilidad era únicamente de ella).

Esta es la forma correcta de pasear a tu mascota
en una ciclo-via de convivencia
FuenteYo

3. Recuerda que los ciclistas circulan (de acuerdo al reglamento nacional de tránsito) por el carril derecho de la pista, a poca distancia de la vereda. Por favor no cruces o tomes el taxi o transporte público intempestivamente y tampoco tires tu cartera, bolsa o mochila hacia atrás y sin mirar antes a la derecha y la izquierda; podrías golpear a otro peatón o peor aún; a un ciclista, con la consecuencia de hacerlo caer de la bicicleta en plena pista, comprometiendo su integridad y su vida (Tengo un amigo que terminó con un brazo roto y un tobillo luxado porque un peatón en la vereda, se acomodó la mochila tirándola hacia atrás, la mochila cayó en la cara de mi amigo; felizmente no había ningún auto cerca cuando mi amigo cayó de la bicicleta a la pista).

Querido peatón respétate y hazte respetar, ten en cuenta esto que te cuento y así nuestra convivencia en el espacio público será no solo más amable y amistosa, sino también más pacífica y plena.

Con respeto y aprecio:

Una ciclista

domingo, 18 de diciembre de 2016

Los ciclistas achorados

El principal componente de una ciudad, a mi criterio, son las personas que habitan en ella; los ciudadanos.

Los ciudadanos crean las estructuras sociales, desarrollan actividades productivas, actividades de ocio y distracción; construyen una cultura y la manifiestan constantemente; y mientras hacen todo esto se relacionan con el medio en que habitan, apropiándose de él, creando estructuras que alberguen todas estas actividades; creando espacios públicos de reunión y encuentro y; a través de su constante ir y venir, creando las vías que conectan las estructuras asociadas a cada actividad.

La ciudad en la mayoría de los casos se genera espontáneamente respondiendo a las demandas de los ciudadanos, son muy pocos los casos de ciudades fundadas y planificadas; y mucho menos los casos exitosos.


Lima, si bien es cierto fue fundada por Francisco Pizarro y dentro de poco celebraremos su aniversario; se implantó, digamos aterrizó, sobre una ciudad pre-existente. El atrio de la Catedral es prueba de ello, antes de la llegada de los españoles en ese lugar existía un palacio inca, aparentemente este palacio tenía forma piramidal o de pirámide trunca… y bueno a los “fundadores” españoles les dio pereza bajarse toda la pirámide y construyeron encima quedando un bonito atrio elevado. La casa de Pizarro se ubica donde antes estuvo ubicada la residencia de Taulichusco; el último Cacique de Lima. Desde este lugar Pizarro tenia control sobre el agua de la ciudad porque muy cerca de allí nacía el “rio Huatica” que en realidad era un canal prehispánico. Muchas calles y avenidas de Lima son en realidad caminos incas y algunos conservan un nombre alusivo a su historia (Huatica, Caminos del Inca, Camino Real).

En fin, parece que esta historia en que viene alguien y nos aterriza su ciudad, sus leyes y sus formas encima ha dejado serias cicatrices en nuestro subconsciente colectivo, y aunque han pasado ya casi 500 años de este incidente, y aunque nosotros mismos hemos cambiado nuestras formas y nuestra ciudad, todavía seguimos considerando que la ciudad no es nuestra, las leyes no son nuestras y las formas no son nuestras. No nos damos cuenta que somos nosotros quienes con nuestros actos damos forma a nuestra comunidad, a nuestra sociedad, a nuestra cultura y nuestra ciudad.

Todas estas ideas me vienen a la mente cuando reflexiono acerca una de las formas en las que construimos ciudad y ciudadanía: En nuestro comportamiento al transitar, ya sea a pie, en bici, en patines, o en auto manifestamos lo que somos, manifestamos nuestra actitud ante la vida y así contribuimos a la construcción de nuestro entorno.

Lima es una ciudad agresiva, porque muchas veces nuestras formas son agresivas, ningún sitio se salva, la agresividad a veces pasa desapercibida, a veces se manifiesta con toda su crudeza. Así como ningún sitio se salva, ninguna forma de moverse por la ciudad se salva, siempre habrá un perfecto ejemplar de la bestia al volante, de la bestia en bicicleta, de la bestia en patines, la bestia en skateboard, y claro, la bestia que camina.

Una bicicleta en la ciudad
Fuente: Yo
 
En este caso quiero hablar de la bestia en bicicleta, porque es algo que me toca a mí de manera directa y algo en lo que tengo que trabajar personalmente, voy a poner algunos ejemplos de cómo los ciclistas destruimos la ciudad y todo lo que esta representa y espero que todos podamos reflexionar sobre de qué manera esta actitud reside en nosotros mismos.

Caso 1: La elitista

Pasaba yo caminando por la Av. José Pardo, generalmente voy por la ciclo-vía de convivencia porque me gusta la sombra que brindan los árboles, pero por alguna razón esta vez caminaba por la vereda, a la altura de la Embajada de Brasil; de pronto comencé a oir gritos y alboroto en la ciclo-vía y volteé a ver qué pasaba; tres mujeres mayores (base 4 o 5) discutían airadamente con una ciclista muy joven; le reclamaban porque supuestamente ella había venido a excesiva velocidad y había estado a punto de atropellarlas; ella se defendía gritando que eso era una ciclo-vía y en un momento intentó subirse a su bicicleta e irse del lugar, una que vez empezó a pedalear una de las mujeres mayores la agarró por la cola del cabello haciendo que perdiera el equilibrio y tuviera que frenar la marcha. La joven logró zafarse forcejeando y gritando, logró volver a ponerse en marcha pero antes de irse les gritó furibunda a las mujeres: “¡Váyanse a su barrio muertas de hambre!, ¿A qué vienen acá si ni siquiera saben vestirse? ¡Vergüenza debería darles salir así a la calle! ¡Aprendan a vestirse antes de venir por acá!”.

Yo, que estaba indignada por el trato que recibía la joven y obviamente me solidarizaba con ella, quedé estupefacta después de estas palabras. Yo no había visto el inicio del incidente, pudiera ser que efectivamente la ciclista hubiera cometido el primer error, aunque desde ningún punto de vista se justifica la agresión física que recibió. Pero ¿Tenía que recurrir a decir ese tipo de insultos? ¿Realmente vestirte de una forma u otra te hace merecedor de hacer uso de un lugar público? ¿Denigrar a alguien te hace mejor? ¿Te da la razón insultar a alguien? En mi experiencia el insulto es el último recurso de alguien que no tiene argumentos; al insultar a las señoras la chica se desacreditó a sí misma, y de paso dejó a tres señoras convencidas de que los ciclistas y/o los miraflorinos son de lo peor.

Caso 2: El malhablado

Caminaba por la calle Berlín y pasando un rompe-muelles un auto se detuvo de improviso, no sé si se detuvo para que algún pasajero se bajara o porque el rompe-muelles lo averió, pero una fracción de segundo después un ciclista chocó contra el auto. Inmediatamente después el ciclista empezó a gritar groserías exhibiendo toda su furia e indignación por la intempestiva detención del auto; el chofer del auto, aparentemente acostumbrado a que le resbalen todos los insultos ni siquiera se dio por enterado y se limitó a bajar del auto a ver si el golpe había ocasionado algún daño; mientras danto el ciclista no dejaba de renegar. 

Más allá de la responsabilidad del automovilista y del porqué de su repentina detención, el hecho de que inmediatamente se haya producido el choque demuestra tres cosas: 1. El ciclista iba a gran velocidad, 2. El ciclista no guardaba una distancia prudencial respecto del auto, 3. El ciclista no estaba suficientemente atento como para frenar o disminuir la velocidad a tiempo. Quiero decir que el ciclista tenía bastante responsabilidad en el incidente, pero aun así se esmeraba en seguir insultando al automovilista; una vez más, el insulto es el argumento de quien no tiene argumentos; lamentablemente de nuevo, muchos de los que pasaban por allí deben haber pensado que los ciclistas son de lo peor.

Caso 3: El apurado

Es común que si vas en una ciclo-vía central te encuentres con algún auto atravesado en una intersección, a veces incluso se estacionan obstruyendo todo el tránsito de los ciclistas, otras veces simplemente se quedan ahí por un corto tiempo intentando cruzar; es parte de la realidad de nuestra ciudad y tienes dos opciones, o bordear el auto o esperar a que pase. En algunas intersecciones esto es especialmente fastidioso pues nunca te dan el pase; en otras es una cuestión de esperar unos cuantos segundos y eventualmente es necesario tocar el timbre. Esta vez venía por la Av. Arequipa y un ciclista me adelantó a toda prisa, al llegar a la intersección un auto se detuvo al intentar girar a la izquierda, obstruyendo la ciclo vía; inmediatamente el ciclista apurado detuvo violentamente la marcha y empezó a gritarle con voz destemplada al automovilista ¡“Muévete pes con@##$%&%$re”! el automovilista solo a responder: ¡Pero espérate pues compadre!, a lo que el ciclista siguió gritándole que se moviera insultándolo constantemente, su gritos eran tales que los demás ciclistas solo atinamos a bordear el auto y alejarnos lo más posible del ciclista apurado, que evidentemente era una bestia en bicicleta, pero con toda seguridad sería una bestia en cualquier circunstancia de su vida.

Caso 4: El “respetuoso”

Esperaba a que el semáforo de la Av. Larco cambiara a verde para cruzar a pie; el cruce no tennía pintadas las líneas de cebra pero sí semáforos para autos, para ciclistas, para peatones e incluso para invidentes; cuando el semáforo me dio el pase miré hacia la ciclo-vía para asegurarme de que todos los ciclistas habían parado. Venía un ciclista a una velocidad que, si bien no era alta, no hacía presagiar que frenara, le señalé el semáforo en rojo y le dije “Está en rojo”. El me vio, vio el semáforo y frenó. Yo empecé a cruzar, pero cuando estaba por alcanzar la mitad de la pista empecé a oír sus gritos: “Pero estoy parando por si acaso, más bien tú no estás cruzando por la cebra”, a lo que yo respondí “Los peatonestienen prioridad de paso en todas las esquinas” y seguí mi camino; sin embargo el gritó de nuevo “Pero estoy parando pues” a lo que yo, ya desde el otro lado de la vía respondí ¡GRACIAS! y seguí mi camino; aunque él siguió gritándome y a lo lejos se le escuchaba “Fíjate en ti más bien, porque yo estoy parando y tú no cruzas por la cebra!... 

Ahora que lo pienso ¿Tanto le puede molestar a alguien que le recuerden que pare en un semáforo en rojo? No creo habérselo dicho en mala forma, pero aparentemente él necesitaba un pretexto para gritar, con todo y que soy ciclista en ese momento el único pensamiento que se me cruzó por la mente fue “Que pesados los ciclistas, como andan con ganas de pelearse por cualquier cosa”.

Lamentablemente casos como estos pasan a cada rato, y si yo, que soy ciclista, llego a indignarme, rechazar, asustarme o aborrecer los actos de otros ciclistas ¿Qué tanto se indignarán, rechazarán, asustarán o aborrecerán con los ciclistas aquellas personas que nunca en su vida se han subido a una bici? Los peatones, los conductores, los policías ¿No tendrán también una mala imagen de nosotros? 

¿No somos nosotros más allá del medio que usemos para movilizarnos quienes construimos esta ciudad? ¿Queremos seguir construyendo una ciudad elitista, malhablada, apurada e intolerante? Creo que todos tenemos una responsabilidad, la responsabilidad de construirnos a nosotros mismos desde el ejercicio consciente de nuestros derechos y deberes, la responsabilidad de construir comunidades amigables, sociedades respetuosas, ciudades hermosas; pero todo empieza construyendo hermosas personas, personas respetuosas y amigables; y si somos ciclistas, con mucha más razón, pues somos un colectivo que recién surge y no es para nada saludable surgir generando antipatías y prejuicios, seamos responsables también con la imagen del colectivo ciclista y con la imagen de nuestra ciudad.

sábado, 10 de diciembre de 2016

La vaca no recuerda cuando fué ternera.

Seguía cumpliendo mi plan nutricional y mi plan de actividad física, y aunque al principio no se apreciaban mayores resultados con el paso del tiempo estos se fueron manifestando muy poco a poco y muy tímidamente, solo me movía por pura perseverancia y también por la necesidad de ahorrar dinero pues mis ahorros no iban a dar para tanto si por ejemplo para ir a Cafh, que está a 3.5 km de mi casa tomaba un taxi (porque ir en bus definitivamente no valía la pena).

El verano había transcurrido sin contratiempo y en estos meses Daniel había tenido un nuevo proyecto; hacía mucho tiempo había comprado una bici de segunda a 50 soles; habíamos salido a un par de marchas ciclísticas juntos y la bici había ido a dar al olvido del sótano por un par de años. Allí había acumulado polvo y óxido y cuando la quiso sacar de nuevo era sencillamente inservible; así que su proyecto era repararla y dotarle de nueva vida; la llevó al taller y se olvidó de ella por todo el verano, cuando por fin lo llamaron y le dijeron que si no se la llevaba la regalaban.


Nuestras bicicletas
Fuente: Daniel

En abril trajo la “nueva bici” muy emocionado, pero había pasado tanto tiempo que no me fijé más que en que ahora era negra y muy reluciente mientras pensaba que si no la usaba la bici se iba a malograr de nuevo; así que se me ocurrió:

-¿Qué te parece si los martes vamos juntos a Cafh en bicicleta?
-Pero yo me voy de la oficina – respondió
-Pero tu oficina está muy cerca, te da de sobra el tiempo para que regreses a la casa y saques la bici, además ya no tendríamos por qué volver separados, sería muy divertido volver juntos en bici.
-Mmm puede ser…
-Otra opción es ir a tu chamba con bici y yo paso por ti y nos vamos juntos.
-No se… no me convence del todo. – respondía él indeciso.
-Bueno ¿Me puedes decir cuánto te costó arreglarla? – Decidí ir directo al grano.
-Pues sumando la pintada con los frenos y el cambio de aros, de cadena, del tubo del asiento y del timón deben haber sido 400 soles.
-¡¿Qué?! – Exclamé a todas luces sorprendida – ¿Eso quiere decir que te has tirado 450 soles en una bici que nunca vas a usar?
-Bueno, si la voy a usar… - Atinó a responder más dubitativo aún.
-No te engañes, ha estado pudriéndose en el sótano por dos años, ahora la has dejado abandonada en el taller por 4 meses, si no empiezas a darle un uso real tal vez deberías venderla o regalarla. – Sentencié convencida.
-Está bien, tienes razón, vamos a probar ir a Cafh juntos… - Dijo aún sin convencerse del todo.
- Ok ¿A qué hora paso por tu oficina a recogerte?
-¡No, no, no, no, no! Yo vengo acá a dejar mis cosas, voy a probar poco a poco, no pienso ir al trabajo en bici todavía. Paso a paso.
-Está bien, entonces ¿A qué hora llegas a la casa?
-¿A las 6:30 te parece bien?
-¿Tan temprano? Si la reunión es a las 8:00, yo llego en 20 minutos; con que llegues a las 7:20 sobrado la hacemos; es más vamos lentito y con cuidado. 
-No, no me quiero arriesgar a llegar tarde; estoy acá a las 7:00 pues.
-Está bien – Tercié – Te espero lista a las 7:00.

Se fue a trabajar; yo planifiqué mi día; pensaba que tal vez mi ruta perfecta no era tan perfecta para él; así que me planteé por un instante ir por la ciclo vía de Pardo, para luego agarrar la ciclo vía de Arequipa y de ahí meternos por las callecitas más tranquilas; pero deseché inmediatamente la idea al recordar el cruce de Arequipa con Angamos, ni toda la calma de las ciclo-vías podía equilibrar el tremendo estrés de ese cruce donde muchas rutas de combis giran de Arequipa a Angamos sin la menor consideración por ciclistas y peatones, zurrándose por completo todos los semáforos existentes; además esa ruta era más larga que mi ruta habitual. Una vez descartada la idea, inmediatamente fue eliminada de mi mente y seguí con mi día. A las 7:00 estaba lista para salir; pero Daniel no llegaba.

Daniel llegó a las 7:15, no podíamos meter ambas bicis al ascensor así que decidimos que él bajara primero y yo lo siguiera. Una vez en la calle yo tomé la delantera y seguí mi ruta como de costumbre, de pronto me di cuenta de que Daniel no me seguía, volteé a verlo y vi que estaba yéndose por la vereda en otra dirección, cuando por fin conseguí hacer que viniera conmigo le pregunté:

-¿Qué haces? ¿Por qué no me sigues?
-¿No íbamos a ir por la ciclo vía?-  Respondió un tanto sorprendido.
-No, no hay forma, esta ruta es más corta y es muy tranquila, no tendrás el menor problema; además nos hemos demorado tanto en salir que si vamos por Pardo fácil no llegamos a tiempo. – Respondí con tal certeza que él simplemente atinó a seguirme.

Ingresé a la Av. Santa Cruz; volteaba de vez en vez para asegurarme de que Daniel iba bien, escuchaba sus cambios trabarse una y otra vez; es normal si no estás acostumbrado a los cambios al principio trabarlos o trabarte con ellos; pero el constante ruido estaba empezando a estresarme por lo que volteaba con tanta frecuencia que muchas veces perdía la noción de lo que tenía en frente. En una avenida como santa Cruz, tan llena de baches, rompe-muelles y ojos de gato ese tipo de distracciones como mínimo acabarían en una caída; ya había perdido equilibrio un par de veces así que decidí dejar de mirar con tanta frecuencia.

De pronto me di cuenta de que ya no escuchaba el ruido de los cambios de Daniel detrás de mí, me asusté y rápidamente di vuelta para verlo; no lo pude ver con el rabillo del ojo, así que me giré sobre mi misma con tal vehemencia que se aflojó el seguro de mi asiento; Daniel no estaba detrás de mí; me asusté más y empecé a buscar con la mirada en todas direcciones, el seguro de mi asiento estaba completamente flojo, cada vez me costaba más mantenerme en equilibrio y en línea recta, los automovilistas tenían que ir con mucho cuidado para que yo no los golpeara; hasta que por fin vi a Daniel: Estaba casi una cuadra detrás mío yendo por una vereda completamente oscura con todas las luces apagadas, esquivando lentamente a los peatones o haciendo que estos lo esquivaran a él; me apeé de la bici en un estacionamiento y allí lo esperé, estaba furiosa.

-¿Por qué te desapareces sin dar aviso? – le increpé sin disimular para nada mi furia.
-Es que habían muchos carros – Respondió él mortificado.
-¡Pues claro que hay carros!, ¡Es la pista!
-Si pero yo no tengo casco – Replicó él cada vez más mortificado.
-¡Pero no te puedes desaparecer si avisar!, se ha malogrado mi asiento y casi me caigo por buscarte ¿No te das cuenta que con esas actitudes también me pones en peligro a mí?
-Pero es que no me dijiste que iríamos por la pista – Atinó a responder.
-¿Pero qué pensabas? ¿Qué iríamos por la vereda? ¡No hay forma!, te he dicho que esta es una ruta segura, yo la hago todo el tiempo ¿No puedes confiar en eso?
-¡Si, pero tú tienes casco!, ¡yo no tengo! – Exclamó ahora si abiertamente mortificado.
-A ver – Dije tratando de calmarme y tratando de ver cuál era la mejor solución para no perder más tiempo – Si vas a ir por la vereda no puedes ir a oscuras, al menos pon tus luces.
-No tengo luces.
-¿Qué? – Dije sin dar crédito a lo que oía - ¿Cómo no vas a tener luces? En fin, no me vas a decir que tampoco tienes timbre ¿O si?
-No, tampoco tengo.
-¿Qué? – Ya no cabía en mi – No puedes ir por la vereda sin timbre y a oscuras en la noche, los peatones no te van a ver y vas a perder mucho tiempo esquivándolos; además en cada cruce te vas a demorar el doble porque los autos no te verán ni escucharán al girar. Por último ya hemos perdido demasiado tiempo acá y vamos a perder más tiempo hasta que yo ajuste mi asiento y no nos podemos demorar metiéndonos por las veredas a oscuras y sin timbre. Tendrás que ir por la pista – Sentencié convencida – Al menos con tus reflectores los conductores podrán verte.
-¿Qué reflectores? – Respondió él desconcertado.
-Oye no me vengas con tonterías, esa bici tenía reflectores antes de que la llevaras al taller, no me digas que no se los dejaste…

No tenía reflectores, y yo no podía creerlo; yo no le había prestado la menor importancia a esos detalles de la bici de Daniel, pero de alguna forma asumía que tenían que estar allí; era tan fuerte mi convencimiento de que uno tiene que velar por los mínimos elementos de seguridad de su bicicleta que ni se me había pasado por la cabeza que alguien tan cercano a mí no lo hiciera. ¿No me la pasaba hablando yo de eso todo el tiempo? ¿Acaso no me escuchaba?

En casa del herrero, cuchillo de palo reza el refrán, y ahora no podía cumplirse de una manera más precisa.

-¿Por qué le quitaste los reflectores? – insistí.
-Es que estaban rotos – Respondió el.
-No puedo creer que te tires tanta plata en fichosear tu bici y no hayas invertido ni un sol en los elementos más básicos de seguridad ¿Cómo vas a ir por la calle si reflectores, sin luces y sin timbre?
-¡Me arañé pues! - Respondió el abiertamente molesto – No creí que fuera necesario.
-¡Pero si son los principales elementos de seguridad! – Replicaba mientras aseguraba mi asiento.
-¡No sé por qué haces tanto lio por eso cuando lo que verdaderamente importa es que no tengo casco! – Atinaba a responder él.
-Ay Daniel, el casco es lo de menos, te sentirás más seguro con el casco pero la verdad es que si manejas con cuidado, si tienes luces o reflectores, si tienes timbre, dejas de ser un peligro público y al menos cumples con lo que exige el reglamento de tránsito; el casco ni siquiera se menciona en el reglamento. Más importante es que tu presencia se note, que la gente que comparte la vía contigo pueda verte y escucharte.
-Bueno pero ¿Quién se sube a una bici sin casco? Hasta tú llevas tu casco a todos lados – Rebatió él, mientras providencialmente pasaba una chica en bicicleta manejando totalmente despreocupada su bici en la pista sin ningún casco en la cabeza.
-¿Ves? ¿Ves a esa chica? ¿Ves que no lleva casco? ¡Y es chica, y va por la pista! ¿Pero sabes por qué no lleva casco? Porque tiene reflectores, y timbre, y luces; y maneja con cuidado. ¿Sabes por qué yo si llevo casco?
-¿Por qué?
-¡Porque soy una maniática! Y porque suelo recorrer grandes distancias. – Respiré para tranquilizarme – Mira, no puedes ir por la vereda por cuatro razones: La primera, porque no debes; la segunda, porque eres un peligro para los peatones; la tercera porque te vas a demorar más y no tenemos mucho tiempo; y la cuarta porque si no tienes ni luces ni timbre ni reflectores, yo voy a tener que ser tu timbre y tus luces y tus reflectores delanteros. ¿Estás de acuerdo?
-Si – respondió él resignado.
-Bueno si es así, debes estar lo más cerca de mí que puedas, no te debes desaparecer sin previo aviso; en las esquinas yo pararé a los carros y tu pasas al toque. Voy a hacer mis señas bien grandes para avisar giros y paradas; tú sígueme con cuidado.
-Ok – Respondió él con mayor resignación.

La ciclo vía de la Av. Arequipa
fue parte de nuestro recorrido
Fuente: Yo

No habíamos recorrido ni la quinta parte de la ruta, si nos deteníamos una vez más llegaríamos tarde; felizmente ya no tuvimos más incidentes en el camino, pero Daniel llegó temblando a la reunión. A pesar de que los compañeros lo felicitaron y se comenzaron a organizar salidas con todos en bici; él no se animaba en lo absoluto; al poco rato le empezó a doler la cabeza y su expresión fue sombría durante todo el tiempo que duró la reunión.

Al regresar me confesó que podía disfrutar más el camino de regreso porque habían menos carros; pero también me aseguró que nunca repetiría la experiencia y que yo lo había traumado mucho, me pidió que no vuelva a sugerir nada similar si es que no tenía la paciencia para ir con él.

Yo no podía entender su posición, para mí era lo más normal del mundo ir en pista, todavía recordaba mis primeras experiencias: Sola, sin nadie que me guie; dudando y cometiendo error tras error, aprendiendo de las malas experiencias y también con bastante investigación de por medio cuales eran las mejores maneras de moverse en bici por la ciudad. Para mí era normal tener miedo y también era normal sobreponerse al miedo; no entendía por qué para él tenía que ser diferente, es más, yo había descubierto mis propias rutas sin ayuda de nadie y él no era capaz siquiera de reconocer que la ruta era bastante tranquila, él partía con un montón de ventajas que no podía reconocer porque no había tenido que partir solo; porque había alguien que lo guiaba aunque para él la guía hubiera resultado tan poco comprensiva.

Pero claro, por más que uno recuerde cómo fueron sus inicios, la vaca nunca recuerda cuando fue ternera. Es probable que recordar que tenías miedo no sea lo mismo que sentir el miedo; sobre todo si es algo que ya superaste; además las primeras experiencias de Daniel no tenían por qué verse desde la perspectiva de mi propia experiencia; y si, yo había sido muy dura con él; tal vez no era el momento más adecuado; tal vez en ese momento era más oportuno darle aliento que reprocharle; tal vez debería tener más en cuenta eso que alguna vez me dijeron en alguna bicicleteada: “Los ciclistas deberían tener más paciencia con las personas que no tienen tanta experiencia como ellos…”

Y claro, si queremos incentivar el uso de la bici no podemos ir por el mundo atropellando a las personas; ni en el aspecto físico y corporal, claro está; ni mucho menos en el aspecto emocional; así pues, de todo se aprende en esta vida; y la bici es un medio para aprender también a ser mejores personas, a ser personas más amigables, más comprensivas, más pacientes y más humildes.

Pero también a ser personas más responsables, así que si estás pensando en movilizarte en bici no ignores la responsabilidad que tienes tanto con su seguridad como con la seguridad de quienes comparten la vía contigo, infórmate de tus derechos y deberes; ahora existe tanta información disponible, que es muy lamentable que nos informemos tan poco al respecto; de nosotros depende que nuestras experiencias en dos ruedas sean las mejores.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Caminar y pedalear: Dos maneras diferentes de experimentar la ciudad

Me estaba yendo muy bien con la implementación de mis nuevos hábitos alimenticios y deportivos; poco a poco toda esa visión negativa y triste del mundo le empezó a ceder el paso a una visión más entusiasta de la vida y empezaba a recordar aquellas cosas que más me gustaban de ir en bici; pero no solo eso, empezaba a descubrir nuevas cosas que me hacían feliz caminado.

Cuando uno va en taxi, o lo jalan en auto; tiene una experiencia de la ciudad muy limitada pues al auto supone una barrera que nos oculta muchas caras de la ciudad, y la velocidad contribuye a que nuestras apreciaciones sobre la vida sean muy superficiales, si a eso le sumamos que muchos usuarios del auto por lo general escuchan música, hablan por teléfono o intercambian mensajes por WhatsApp, entonces es muy probable que no capten más allá de la información estrictamente necesaria para llegar a destino con vida.

En el metropolitano o el metro la experiencia es por decirlo de alguna manera, lo opuesto; uno se estrella literalmente contra la realidad, sobre todo en horas punta; se llega a perder todo el sentido de límites y de pronto todos los individuos que esperan por llegar a sus destinos se convierten en una sola entidad: La Masa. La Masa tiene identidad propia, se mueve por propia voluntad, se desplaza inerme y es muy difícil que alguna persona pueda excluirse por un instante de La Masa y darse cuenta por ejemplo que en determinado momento ya no le importa empujar o que la empujen, aplastar o que la aplasten; lo único que importa es: entrar, viajar, salir, llegar; y solo en ese momento recuperar la propia identidad individual. Lo malo cuando hay demasiada realidad en exposición es que nuestros sentidos se embotan y tienden a desechar aquella información que no sea estrictamente necesaria para garantizar la supervivencia.

Cuando no es hora punta el Metropolitano y el Metro se parecen más a los buses combis y cousters: pequeños laboratorios urbanos donde se puede compartir experiencias con personas de todos los sitios, de todas las ocupaciones, de todas las edades: viejecitas habladoras, viejos renegones (O viceversa), personas abusivas o benevolentes, alguno que otro individuo trastornado, vendedores amenazadores, o vendedores inspiradores; hay de todo en esta viña del señor. Pero todos tenemos algo en común: La certeza de que es muy difícil que nos volvamos a ver. Así que en cierto modo no nos tomamos el trabajo de ver a esas personas como individuos, no nos tomamos el trabajo de observarlos y valorarlos; por el contrario si es que el bus o el metro están casi vacíos y podemos encontrar asientos disponibles, lo primero que hacemos después de sentarnos o encontrar un buen lugar para pararnos es concentrarnos en nuestros audífonos o nuestros celulares (con algo de suerte en libros y cuadernos) y olvidarnos del resto. Muy pocas personas rompen esta regla tácita; generalmente los pocos que se atreven son personas mayores; una vez una chica con síndrome de Down me sorprendió alegrando la mañana de todos con su entusiasmo por su primer día de trabajo y logró sacar lo mejor de todos los que viajábamos cerca de ella; otra vez, hace ya mucho tiempo, yo me puse a cantar en la combi en la que volvía a mi hogar después de todo un día en la CEPRE-UNI, al escuchar en la radio la famosa e icónica “Tren al Sur” de Los Prisioneros (Una canción que disfruto mucho pues recuerdo mis propios viajes en El Tren Macho Huancayo-Huancavelica, en mi más tierna infancia), no pude reprimir mi súbita alegría y empecé a entonar con tal emoción cada palabra, logrando contagiar a todos los adolescentes que como yo, regresaban a su casa; de pronto toda la combi era un coro de postulantes cantando a unísono “(…) y no me digas pooooooobre, morir viajando asiiiiii (…)” No cabíamos en nuestro entusiasmo, pero al chofer no le hizo mucha gracia y cambió de radio; puso una salsita, que también cantamos de buen grado, hasta que aparentemente se hartó y puso una cumbia; nadie más cantó, nadie más habló, nunca supe quienes me acompañaron en esta experiencia inolvidable.

 
Tren al Sur - los Prisioners
Fuente: Yotube

Ir en bici es otra cosa muy diferente, sobre todo si recorres una ruta con cierta regularidad. El viento, la brisa o el aire te traen inmediatamente  la realidad ni bien rozan tu rostro; empiezas a ser consciente de tu propio cuerpo, tu propia temperatura, tu propia energía, tu propio cansancio, eres más que nunca consciente del espacio y las distancias; empiezas a ser consciente de cada bache, de cada hueco, de cada parque, de cada árbol, de cada perro, de algunas personas que siempre te cruzas; tanto que ya empiezas a experimentar una sensación de confianza y proximidad hacia ellas. Con los ciclistas que pasan cerca de ti instintivamente experimentas un sentimiento de hermandad o complicidad, a veces una pequeña pregunta acerca de la ruta basta para que nos acompañemos por algún tramo, compartiendo experiencias y luego siguiendo cada uno su camino. En algunas ciclo vías, sobre todo las más populares como la de la Av. Arequipa o la de la Av. Salaverry se juntan grupos de ciclistas para salir de paseo y generalmente están bien equipados, he visto que en ocasiones te ayudan si tienes algún problema técnico, así no vayas con ellos al paseo; se desarrolla eso que se llama espíritu de grupo; pues cada uno sabe lo que significa realmente utilizar un medio de transporte tan poco promovido como la bicicleta en una ciudad tan Pro-Auto como Lima. Y lo mejor es que ir en bici es contagioso; desde que empecé a ir en Bici a las reuniones de Cafh, un compañero ya me siguió los pasos y ahora cletea mucho más que yo. Además animas a otros ciclistas a que te cuenten sus experiencias, y terminas dándote cuenta de que hay personas que ni sabías que usaban la bici como medio de transporte, pero te llevan muchos kilómetros de ventaja.

 
Ciclista en la Ciclo vía Salaverry
Fuente: Yo

Y caminando, por supuesto es otro cantar; Lima no está diseñada para caminar, hasta las distancias más cortas se hacen impensables para muchos y de allí que surgen “La china” y los mototaxis; pero si tienes la suerte de vivir o trabajar en distritos que promuevan el desplazamiento a pié por la ciudad; te darás cuenta que las distancias son relativas: Lo que en la Molina o Santa Anita te puede parecer muy lejos (Cinco cuadras por ejemplo); en el Centro de Lima, En Miraflores, San Isidro, Barranco y alguna zona de Magdalena, te lo caminas sin siquiera pensar. Yo he sacado mis cuentas y sin cansarme soy capaz de caminar el equivalente a veinte cuadras (A pesar de mis rodillas), una que vez descubres rutas agradables puedes recorrer hasta tres o cuatro kilómetros y notarás que en algunos casos es más rápido que el bus. Pero más allá del y tiempo y las distancias, la ciudad se experimenta de una forma especial; ahora sí que empiezas a conocer a la gente, las particularidades de cada sitio, los encantos de cada esquina; la belleza de algunos rincones, detalles que solo se pueden disfrutar a baja velocidad; como por ejemplo la magia de las “horas de las aves”;  son momentos en los que estos seres entran en una actividad frenética en busca de comida o que se yo, vuelan todas juntas de árbol a árbol, haciendo círculos en el cielo, bajando y subiendo, cantando y callando; contemplar las flores es otra cosa agradable de caminar; y otra es construir comunidad; como ya mencioné cuando caminas conoces gente, compartes con las personas, se refuerzan los lazos de pertenencia al sitio a través de la construcción de estas relaciones entre vecinos y usuarios de la vía; yo en mi camino al yoga ya me he “hecho amiga” de tres huachimanes y me voy haciendo amiga de un mecánico; no sé sus nombres, ellos no saben el mío; pero nos saludamos siembre con mucho respeto y mucho cariño. Algo que realmente me conmueve es cuando se acercan estas épocas de fin de año y nos saludamos deseándonos feliz navidad o feliz año nuevo; no nos abrazamos ni nada por el estilo porque todavía no hay la confianza necesaria; pero las sonrisas, las venias, las miradas; transmiten sentimientos de sincero afecto y respeto, sentimientos básicos para construir una comunidad.


 
Detalles de una caminata en invierno 
Fuente: Yo

Todas estas experiencias me resultan muy gratas y fáciles de disfrutar pero sobre todo me ayudan a generar un sentimiento de confianza en las personas que me rodean y disfrute del lugar en el que vivo. Así que ya sabes, si alguna vez tienes tiempo olvídate del auto o del bus, súbete a la bici o camina, vive tu ciudad de una manera distinta y aprópiate de ella.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Nuevos hábitos, nuevos intentos

… Lo que has experimentado se conoce como ataque de pánico - me indicó el médico general - por lo que me comentas estas experimentando un cuadro de ansiedad severo; es importante que trates de manejar tus emociones de una forma más equilibrada y así mismo, que lleves tu vida de una forma más equilibrada. Vas a tomar Clonazepam para calmar el cuadro ansioso y estas vitaminas con hierro para la anemia; te recomiendo que practiques algún deporte, el yoga por ejemplo te ayudaría mucho. 

Agradecí al doctor y me fui con mi receta de Clonazepam y hierro, por un lado me entusiasmaba que me recomendaran hacer yoga pues el tiempo que lo había practicado me había sentido muy bien tanto a nivel físico como a nivel emocional; pero por otro me molestaba pues con mi actual trabajo era imposible.

Entré al consultorio del endocrinólogo con todos los resultados de los análisis y exámenes y él me informó que padecía de una enfermedad llamada Tiroiditis Autoinmune; era una enfermedad genética que consistía en que mi cuerpo se imaginaba que mi tiroides era un agente externo y se dedicaba a atacarla sin piedad; esto provocaba un hipotiroidismo secundario; lo cual a su vez provocaba entre otros síntomas un aumento en el peso corporal; no había cura, pero habían medidas paliativas: a partir de ese momento tenía que tomar Levotiroxina sódica todas las mañanas media hora antes de desayunar, además me volvió a recomendar hacer deporte y comer sano para bajar mi peso y mi presión arterial.

Más recomendaciones de llevar una vida equilibrada, y llegando a mi trabajo lo último que encontraba era equilibrio; desde aquel lunes en que mi jefe pretendía que entreguemos el proyecto en adelante todo había sido presión y presión para terminar algo en plazos ridículamente cortos. Ese día hablé con Daniel y le dije que no podía seguir así, que mi salud física y mental estaba por los suelos en tan solo dos meses y medio en ese trabajo, nuestra relación también se había deteriorado un poco y con tantas visitas al doctor la verdad es que no estaba aportando mucho a la economía familiar.

Al día siguiente anuncié a mis jefes que solo trabajaría hasta el fin de ese mes; la noticia no les cayó nada bien; ese mes ya habían renunciado varias personas, yo era la décima persona en renunciar; pero yo ya no pensaba dar vuelta atrás, no estaba en condiciones de seguir soportando esa situación, y estaba segura de que nada iba a cambiar en la oficina.

El 23 de julio dejé todo el proyecto ploteado, todas las indicaciones acerca de la ubicación de los planos, los contactos de ingenieros y clientes; y especifiqué todas las observaciones pendientes de resolución por parte de los ingenieros.

A partir de allí me dediqué a curarme; tenía que bajar de peso, ahora no solo por mis rodillas sino también por mi presión, mi colesterol y mi obesidad. Únicamente tomando la Levotiroxina había bajado dos kilos en un mes; pero no era suficiente pues el IMC seguía estando alto. Y ambos médicos me habían recomendado hacer ejercicio; así que con el dinero de mi liquidación me compré una membresía de 6 meses en una escuela de yoga; practicaría yoga restaurativo, altamente recomendado para personas con algún tipo de lesión física y sobre todo para quienes padecen cuadros ansiosos; pero con eso no iba a bajar mucho de peso que digamos.

La nutricionista ya me había elaborado un plan nutricional, ahora solo me faltaba un plan de actividad física, me dije a mi misma que ahora que estaba sin trabajo iba a matar dos pájaros de un tiro; iría a todos lados en bicicleta y así ahorraría dinero, bajaría de peso y también me relajaría. Empecé a ir al yoga en bicicleta pero esto no parecía dar muchos resultados en lo referente al peso así que me puse a investigar y descubrí que; a pesar de que quemar la misma cantidad de energía en 10 minutos caminando y en bicicleta; si tu objetivo es bajar de peso entonces para distancias menores a 2 km lo más recomendable es caminar a un ritmo constante y rápido sin llegar a correr. ¿Por qué? Pues porque 2 km en bici se pueden hacer en cinco o diez minutos dependiendo de tu velocidad, de tu bicicleta o de si es subida o bajada; pero caminando a ritmo acelerado demoras al menos 20 minutos; por lo tanto quemas dos o cuatro veces más calorías que en la bicicleta.

Kilocalorías quemadas en 10 minutos
de acuerdo a la actividad física.
Elaboración: Yo
Fuente: Varias

Así que me dije a mi misma: entre lesiones en las rodillas, presión alta, colesterol y obesidad; caminar me ayuda a mejorar a corto plazo en casi todos los aspectos, a costa de las rodillas; pero si bajo de peso, eso a largo plazo es bueno para las rodillas. Decidí que si caminaba no podía sobrepasar de ninguna manera los 2km y debía asegurarme de usar los zapatos o zapatillas adecuadas; además decidí que en pro del ahorro y el bienestar físico; en distancias comprendidas entre los 2 y 8 km usaría la bici si o si. Como no tenía planes de ir a otro lado que no fueran los ensayos del coro y las reuniones de mi camino espiritual; por ahora solo serían dos veces a la semana; pero por algo tenía que empezar; así que saqué mis cálculos y definí mi plan de actividad física con la esperanza de mejorar rápidamente a nivel físico y emocional.

Mi plan te actividad física semanal
Elaboración: Yo

El martes 4 de agosto de 2015 tracé mi ruta; revisé la bicicleta, la desempolvé, le quité las telarañas, le inflé las llantas, ajusté el asiento; elegí mi ropa lo mejor que pude, me calcé el casco y los guantes; las cintas reflectantes ya no servían, coloqué mi bolso en la bici con todo lo que creía necesario.

Emprendí la ruta y al llegar a la Av. Santa Cruz sentí la pegada, no llevaba ni cinco cuadras y ya me sentía desfallecer, no creía que pudiera resistir pero me decía a mí misma: Ya pudiste antes, no es tan largo el camino; llegas a Arequipa y todo será más fácil.

 
Mi ruta
Elaboración: Yo
Imagen: Google Earth

Me sorprendía pues no recordaba que antes me hubiera cansado tanto en esa vía; llegué a la Av. Arequipa con el corazón en la boca, agradecí la pendiente más suave de esta vía, ya faltaba poco; aunque sentía que me había demorado la vida entera; llegaría tarde, pero ya no había vuelta atrás. Al llegar me sorprendí de que fuera temprano, me sorprendí sudando como si hubiera corrido una maratón; algunos hasta se asustaron al verme tan colorada, mojada y agitada; y solo eran 3.5 km; tardé bastante en calmarme pero por fin lo logré.

Una vez terminada la reunión, el camino de regreso fue mi recompensa, era todo bajada, era tarde y casi no había tráfico, el viento me acariciaba suavemente, y poco a poco sentí la felicidad animarse a iluminarme, una sonrisa se escapó de mis labios y supe dentro de mí que iba a estar bien, supe que iba a estar mejor.

sábado, 19 de noviembre de 2016

No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

Corría mayo del 2015, había ingresado a una nueva oficina que quedaba muy cerca de mi casa, la cosa había sido demasiado rápida: un día me habían llamado por teléfono y sin entrevista previa me habían preguntado si podía empezar ese mismo momento; como ya tenía planes pedí empezar al día siguiente y me indicaron que los horarios de trabajo eran de 9:00 am a 7:00 pm pero lógicamente si teníamos entregas teníamos que terminarlas; nada fuera de lo normal en una oficina de arquitectura, donde los días de entrega no hay horario ni horas extra, solo hay un proyecto que entregar y se da todo hasta las últimas consecuencias. Felizmente no hay entregas todos los días.

Al día siguiente me presenté a la oficina y ni bien llegó el arquitecto me pidieron una entrega para ese mismo día, algo que suele ser normal si te contratan con tanta prisa, así que me quedé hasta las 11:00 pm para terminar la entrega pues al día siguiente había una reunión con los clientes a primera hora; superado el primer día pensé que podría organizar mejor mi tiempo los días siguientes.

Pero transcurriendo los días me fui dando cuenta de que iba a ser imposible; mi jefe se resistía a revisar los proyectos durante el día; y faltando cinco minutos para las siete de la noche me pedía que imprimiera todo para que él lo revisara; me mandaba a hacer alguna corrección o simplemente replanteaba todo; las sesiones de crítica y replanteo eran largas y para mi muy estresantes porque mi vida no se limitaba a la oficina: tenía otras actividades en las noches como los ensayos del coro donde cantaba o las reuniones de mi camino espiritual, por último alguna cena con mi familia o mis suegros y claro, estando casada no es lo ideal llegar todas las noches a las 11:00 pm a tu casa trabajando solo a un kilómetro.

De todos modos me quedaba revisando el proyecto hasta que llegaba al límite de mi tiempo y le mencionaba al arquitecto que ya era hora de irme; al principio no le molestaba; pero en adelante le comenzó a parecer una odiosa costumbre que yo me fuera “siempre a mi hora” (Cuando la realidad era que me iba siempre por lo menos una hora después de mi hora). Al tomar el trabajo estaba emocionada por la posibilidad de ir caminando o ir en bicicleta; pero con semejantes horarios cada vez me alimentaba peor, cada vez dormía peor y por ende cada vez me despertaba más tarde; de pronto me veía saliendo todas las mañanas en taxi de mi casa a la oficina; regresando muchas veces en las noches a pedir Delivery porque cocinar era impensable. Mi jefe tenía un carácter explosivo y además de ser muy difícil de tratar no dejaba de replantear el proyecto; que ya tenía más de 20 versiones "definitivas".

Para junio ya me había olvidado por completo del yoga, de la bicicleta y de la comida casera; a duras penas subsistían el coro y el camino espiritual; Daniel al ser también arquitecto comprendía en gran medida el régimen laboral al que estaba sometida, pero mi estrés, mi frustración, mi mal humor; esos eran temas más difíciles de manejar para ambos. Pronto también empecé a sentirme mal físicamente; ya me había dado cuenta de que estaba subiendo de peso; y en una salida a comer Leche de Tigre con Lisha le comenté:

-Ya no sé qué voy a hacer; entre el trabajo y la falta de tiempo me he dado cuenta que subo muy rápido de peso, y no es que coma mucho; por ejemplo con el vaso de Leche de Tigre ya me he llenado.
-¿Qué si? ¿No vas a almorzar? – Me contestó asombrada
-No, si ya estoy satisfecha, pero de verdad me preocupa subir tanto de peso, sobre todo por mis rodillas que todavía no están bien.
-Mmm ¿Tienes mucho sueño?
-Si – Contesté sin saber muy bien qué tenía que ver eso con el tema que yo planteaba.
-¿Se te cae el cabello? – Siguió ella preguntando.
-Si – Respondí aún más contrariada aún.

A Lisha se le iluminaron los ojos y con total certeza me dijo:

-¡Tienes hipotiroidismo!
-¡¿Qué?! ¿Cómo sabes? – Dije entre incrédula y sorprendida
-Es que mi hermana tiene lo mismo, ¡Tienes que ir con el endocrinólogo ya!

Agradecí a mi amiga por el consejo y ni bien pude saqué cita con el endocrinólogo y el médico general. Mi salud no podía estar peor: en tan solo un mes en el nuevo trabajo había subido mi colesterol y además había subido siete kilos, lo peor era que ya antes había estado luchando con mi peso y estaba en sobrepeso antes de ganar los benditos siete kilos, así que según el IMC ya estaba en obesidad ¿Cómo había llegado a eso en solo seis semanas? Pero eso no era lo peor, el doctor me dijo que tenía que hacer deporte porque estaba con la presión muy alta; ¡Yo no lo podía creer!, yo sentía que si hacia deporte; pero claro había estado haciendo de porte pero ahora ya no lo hacía con semejante trabajo. ¿Ustedes creen que aquí acaba la cosa? Para colmo de males estaba anémica. ¿Obesa y anémica? Pues si, vaya combinación, vaya homenaje a la mala alimentación y a la mala vida. No solo eso, Lisha había tenido razón, algo andaba mal con mi tiroides, pero aparentemente no era exactamente lo que ella creía.

Eso significaban más análisis, más visitas al doctor; y por lo tanto más permisos; mi jefe no estaba nada contento y no se cohibía en demostrarlo, había empezado a vigilar de manera obsesiva mis horarios de llegada, y si llegaba 5 minutos tarde me hacía un escándalo tremendo. No solo eso, a fines de junio los clientes querían una fecha límite para la entrega del proyecto, el mismo que prácticamente no había avanzado debido a los constantes replanteos del arquitecto.

Me planteó la situación y me dijo:

-Empezando a desarrollar ahora el proyecto ¿En cuánto tiempo puedes entregarlo?
-Bueno, es un proyecto relativamente sencillo – dije después de una evaluación – creo que para que los ingenieros se pongan al tanto y planteen y replanteen las especialidades, para que yo haga la compatibilización y diseñe los detalles; para que usted los revise y yo haga las correcciones respectivas necesitaríamos un mes como el más corto de los plazos.
-¡De ninguna manera! – Replicó airado – ¡Ese proyecto se entrega en una semana!
-¿Una semana arquitecto?, pero si los ingenieros ni siquiera han visto el anteproyecto.
-Se hace en una semana o se hace en una semana, y ahora mismo llamo a los clientes y les digo que para el lunes tienen el proyecto en sus manos. - Sentenció.
-Pero yo no puedo hacer la compatibilización sin los proyectos de especialidades de los ingenieros – Repliqué.
-Por eso no te preocupes, yo ahorita los llamo y les digo que tomen este proyecto como prioritario. – Sin decir ni escuchar más se retiró.

Yo estaba que hervía en cólera e indignación; en una semana ningún ingeniero iba a terminar un planteamiento a nivel de proyecto, decirles a los clientes que el lunes iban a tener el proyecto era mentirles más allá de toda contemplación ¿Y qué podía hacer yo? Lo único que me quedaba era manejar dos plazos paralelos; el idealista y el realista, manejar el proyecto de tal forma que para el lunes nada estuviera listo, pero todo estuviera listo; es decir: avanzar todo al mismo tiempo de modo que para el lunes tuviéramos de todo un poco y que los clientes no se sintieran estafados.

Así fue que el lunes 5 de julio el proyecto no estaba listo pero parecía listo; si todo salía como había planeado; el proyecto se terminaría en un mes, pero los clientes estarían medianamente satisfechos por ahora.

Seguí en un ritmo de trabajo imparable hasta que un día desperté con una presión en el estómago y con nauseas, esto se sumaba al ya continuo dolor en la garganta y al dolor en la lengua que había estado experimentando las últimas mañanas, también me empezó una migraña muy fuerte y a esta le atribuí las náuseas, me tomé una pastilla para la migraña, y me fui a trabajar; transcurrían las horas y empecé a experimentar una sensación de agitación, un creciente nudo en la garganta, un temblor recorrer todo mi cuerpo y dejarme sin fuerzas para sostenerme por mi misma, un sudor frío, unas irrefrenables ganas de llorar, de gritar, de salir corriendo de allí; al principio pude controlarlo y aquella sensación se extinguió; pero solo fue para regresar con más fuerza media hora después. 

En cuanto pude me paré y mencioné a mis compañeros que iba a comprar, en la puerta empecé a temblar de nuevo y felizmente me encontró allí Ernesto, él había sido mi amigo desde la CEPRE-UNI, mi compañero en la FAUA, y varias veces mi compañero de trabajo; él estaba en otro proyecto y por lo tanto en otro ambiente de la oficina, muy pocas veces podíamos vernos; pero en ese instante cayó del cielo para sin proponérselo ayudarme a salir, ya afuera se dio cuenta de que algo no estaba bien, me preguntó que me pasaba y no pude hacer otra cosa que decirle que sentía mi cuerpo temblar, mientras las palabras salían de mi boca las lágrimas se atropellaban en mis ojos, era un llanto irrefrenable y con él se incrementaban los temblores, las náuseas, el dolor, el sudor, los mareos, la debilidad; pero simplemente no podía dejar de llorar. Ernesto solo atinó a tomarme el pulso y animarme a seguir llorando; cuando por fin pude calmarme, todas aquellas sensaciones habían desaparecido; mi amigo me dijo: Creo que has tenido una taquicardia porque tu pulso era bastante irregular. Le agradecí y fuimos juntos a la tienda en silencio, él compró para mí una botella de agua y me acompañó de regreso; sin embargo a los pocos pasos todas las sensaciones volvieron a invadirme; volvió el temblor, volvieron las náuseas, volvió el dolor, el sudor, los mareos, la debilidad; y el llanto incontrolable se apoderó de todo mi ser; Ernesto volvió a limitarse a tomarme el pulso ¿Qué más podía hacer?.
 

El Grito de Munch
Nada mejor para retratar cómo me sentía. 
Fuente: Wikipedia
Calmada una vez más Ernesto me dijo que tenía que ir al médico pues él creía que había vuelto a tener una taquicardia; le agradecí y juntos volvimos a la oficina; felizmente no estaba mi jefe, felizmente todos estaban tan metidos en sus proyectos que nadie notó mi rostro pálido y mis ojos rojos; retomé mi trabajo y me prometí visitar cuanto antes al médico…