domingo, 23 de octubre de 2011

Hoy la hago

Desperté con esa idea un poco más temprano de lo que normalmente despertaba; me alisté como quien se alista por el primer día de chamba o para llegar temprano a su primer examen de admisión, de inmediato me enfrenté al primer imprevisto: me acababa de lavar el cabello y así no podía ponerme el casco, tuve que ingeniármelas para hacer que secara hasta que por fin decidí "tomar prestada" la sacadora de mi hermana, mientras me ponía el casco mi mamá hizo un último esfuerzo:

-¿Vas a ir en la bicicleta?
-Si
-¿Con quienes vas?
-Sola
-¡Sola es muy peligroso mamacita! ¡Cuántas cosas te pueden pasar!, si hasta a los varones les pasa cualquier cosa, no andes buscando el peligro, sola no es seguro.
-¡Hay! ¡Qué pesada! - exclamé casi sin darme cuenta.
-¿Cómo que pesada? yo me preocupo por tu bienestar.
-Sí pero solo me asustas más de lo asustada que estoy, en lugar de asustarme deberías darme valor - respondí sin saber bien a qué tipo de lógica apelaba.

Al parecer mi respuesta había sido suficiente, mi mamá no mencionó más palabra entonces, solo cuando ya me iba me dijo: ¡Que te vaya bien!

Este pequeño diálogo, unido al imprevisto de mi cabello hizo que saliera 10 minutos después de lo previsto, aún podía echarme atrás, pero decidí seguir. Me fui sorprendida de que por esta vez mi mamá me hubiera comprendido, me fui sintiendo la brisa en todo mi cuerpo, pero sobre todo en mi cara y brazos; y a pesar de esta rica sensación todavía no lograba controlar mi  miedo, me fui por los parques, evitando en todo lo posible las grandes avenidas y tratando se seguir al pie de la letra mi ruta, a pesar de que en muchas de estas calles no había estado nunca y estaba siguiendo casi de memoria un camino que solo había recorrido en el Google Earth.

Pronto llegué al Tutú Café y  la escuela Danza Viva, en Camacho, el lugar más lejano al que alguna vez había llegado en bicicleta  o a pie, los primeros 3 de los casi 13.5 kilómetros que me había propuesto recorrer esa mañana; curiosamente, a medida que dejaba atrás Danza Viva el miedo iba perdiendo terreno dentro de mí, de pronto vino a mi mente aquella frase que Sam Gamyi pronunciara en el Señor de los Anillos: "Aquí es señor Frodo, un paso más y estaré mas lejos de casa de lo que nunca he estado".

Crucé la avenida Las palmeras y me enfrenté a la Av. Javier Prado, había programado la alarma del celular para que sonara cada 10 minutos, de modo que no perdiera la noción del tiempo. Hasta ese momento iba bien, había hecho los 20 minutos que me proponía, de pronto ante mí, el Trébol, ya estaba allí y no me quedaba más que intentar, había calculado cual era la mejor manera de pasarlo, pero la cantidad de gente era tal, que me vi obligada a bajar de la bicicleta y hacer el trayecto a pie, las interminables subidas y bajadas me hacían perder la paciencia, solo ahora entendía bien el significado de las palabras del chico de la tienda.

Vista desde una de las rampas peatonales del Trébol de Monterrico
Fuente: Panoramio Google Earth

Por fin terminé de cruzar todos los bucles del Trébol que me había propuesto, alcancé Cavallini y seguí por allí de frente hasta doblar por la Av. San Borja Norte; definitivamente San Borja debe ser el paraíso de los ciclistas y los deportistas en general, me sentía tan segura en la ciclovía y rodeada de tanto verde que hasta me puse a silbar. Sin embargo de nuevo empecé a preocuparme al darme cuenta que ya eran las 8:40 y ni siquiera había llegado a la Av. San Luis, aceleré el ritmo sintiéndome de nuevo intranquila, cuando de pronto observé la curiosa señalización de la ciclovía, en unos cartelitos especialmente diseñados podía leerse: "El camino de la Actitud". Podrá parecer gracioso, pero cuando es tu primera vez en bicicleta una simple frase como esa te hace sentir mejor, al menos a mí me reavivó los ánimos y decidí seguir con más fuerza esta vez.

Av. San Borja Norte, 
antes de que se  pavimentase la ciclovía
Fuente: Panoramio Google Earth

Pronto terminó la ciclovía y fue allí cuando me vi en verdaderos aprietos ¿Voy por la vereda o la pista? la verdad no sabía cuál era mi lugar, decidí ir por la pista para no estorbar a los peatones y la siguiente duda era  ¿Voy siguiendo el sentido vehicular o en contra?, decidí ir en contra, pues era la única manera de poder ver a los automóviles y de alguna manera prever el peligro; pero los autos eran demasiados, y tuve que hacer varios malabares para no ponerme en peligro y no poner en peligro a nadie más. 

Av. Aramburú, sin el tráfico de la mañana
Fuente: Panoramio Google Earth

Es en este punto donde me dieron las 9:00 am, o sea ya era tarde, pero me dije, si llego antes de las 9:30 (Que es la hora a la que hubiera llegado de ir en ómnibus), valió la pena.

Aún no había pasado lo peor, en Surquillo, la Av. Aramburú era un desastre: veredas, estacionamientos y pistas repletos de huecos y baches, uno más que el otro, los autos estacionados en sentido contrario obstaculizaban tanto la vereda como la pista, dejándome sin espacio suficiente para ir por la pista, tuve que meterme a la vereda y estorbar a los peatones que con las justas podían pasar por los 60 centímetros que los dueños de aquellos vehículos estacionados incorrectamente habían tenido a bien concederles. Yendo a pie y llevando a la bici a un lado en muchos casos no podía pasar por allí y tenía que regresar a la pista o hacer malabares para subirme a la bici y ahorrar espacio de modo que pudiera pasar sin caerme a través de esos 60 cm o menos. Felizmente deje atrás Surquillo y San Isidro o Miraflores terminaron por brindarme de nuevo los espacios amplios, si bien es cierto estaba yendo por la vereda, esta tenía mínimo 2 metros y en el mejor de los casos hasta 5, en los cuales iba con total comodidad y sin molestar a los peatones, crucé la Vía expresa y la Av. Arequipa sin problemas y tomé el camino de la Av. Santa Cruz y por fin entré a Pardo y Aliaga, llegué a Plaza Vea y luego a las 9:20 en punto, llegué a la puerta del edificio donde queda mi oficina y vayan a ustedes a imaginarse tamaña coincidencia, justo al frenar me di cuenta que mi jefe también estaba llegando recién, sin reconocerme se acercaba a mí, y sin querer yo le había ganado de nuevo.

-¡Hola!- le dije.
-¡Ale, la hiciste! - dijo sorprendido
-¡Sí!;  ahora tendrás que ayudarme a conseguir estacionamiento.

2 comentarios:

  1. Ale seria interesando colocar un mapa de tu ruta, como en tus primeros posts...

    SAludos!

    GIK

    ResponderEliminar
  2. Ok Gik:

    En la próxima entrada lo verás publicado =)

    Saludos:

    Ale

    ResponderEliminar