Alguien me dijo que el Pilates era lo que
necesitaba, pues se había diseñado justamente para personas que tenían
lesiones; pero en el gimnasio el horario de Pilates era para mí incompatible
con los horarios de oficina; me quedaba el yoga, pero no tenía muchas
referencias de esta disciplina. Daniel me dijo que el yoga era lo máximo, que
era lo que yo necesitaba, y fue así que terminé yendo los martes y jueves a las clases de
Clauida.
Las clases eran intensas, los estiramientos,
las torsiones, los ejercicios para fortalecer abdominales, las asanas de
equilibrio, las asanas invertidas. A pesar de mi experiencia previa con la
danza contemporánea mi cuerpo se resistía a estirarse y torcerse. Claudia era
bastante estricta; se paseaba entre nosotros con sus abdominales de película corrigiéndonos
y exigiéndonos constantemente.
Yo migraba constantemente del reto al disfrute, de la satisfacción a la frustración; había posturas o asanas que mi cuerpo no entendía, pero mucho peor había otras que mi mente no comprendía; así que no tenía ni la más mínima idea de por dónde empezar. Mi práctica solo mejoró cuando en medio de un estiramiento bastante exigente recordé de pronto las palabras de Morella, mi profesora de Danza: “Ale, estamos estirándonos, estírate” Me di cuenta en ese momento que la mayoría de mis dificultades no eran físicas; sino mentales; lo que se resistía no era mi cuerpo, era mi mente; decidí dejar de pensar en lo difícil que era estirarse y simplemente entregarme al estiramiento relajando mi cuerpo y mi mente, y fue en ese instante en que empecé a progresar y a disfrutar más que nunca.
Yo migraba constantemente del reto al disfrute, de la satisfacción a la frustración; había posturas o asanas que mi cuerpo no entendía, pero mucho peor había otras que mi mente no comprendía; así que no tenía ni la más mínima idea de por dónde empezar. Mi práctica solo mejoró cuando en medio de un estiramiento bastante exigente recordé de pronto las palabras de Morella, mi profesora de Danza: “Ale, estamos estirándonos, estírate” Me di cuenta en ese momento que la mayoría de mis dificultades no eran físicas; sino mentales; lo que se resistía no era mi cuerpo, era mi mente; decidí dejar de pensar en lo difícil que era estirarse y simplemente entregarme al estiramiento relajando mi cuerpo y mi mente, y fue en ese instante en que empecé a progresar y a disfrutar más que nunca.
Era sorprendente como con la bulla de las máquinas y la música a todo volumen de la clase de spinning, en ese salón en silencio podíamos todos relajarnos y reconectarnos con nosotros mismos; pero yo aún dudaba de si tanto estiramiento y tanto equilibrio me iban a ayudar con mi lesión de las rodillas; hasta ahora no me habían molestado, pero no sabía si a largo plazo iba a poder montarme en la bicicleta con la frecuencia de antes.
Claudia no paraba de hablar de los beneficios
del yoga; con sus pantalones holgados de color verde fosforescente y sus
ceñidos polos color amarillo chillón, lucía impecable su six-pack bien
definido, sus músculos firmes en cada parte de su cuerpo daban fe de toda una
vida dedicada al trabajo físico y de los efectos del yoga en su cuerpo; pero había
algo raro en ella; algo que no me terminaba de cuadrar; su cuerpo no era del
todo armónico, pero yo no podía descubrir que era aquello que desentonaba en
medio de tanta perfección. Este asunto me intrigaba de sobre manera, no podía
evitar preguntarme qué era lo que no encajaba, hasta que, en medio de una pinza
lateral izquierda que realizaba de perfil a nosotros Claudia perdió el
equilibrio y cayó de lado hacia la pared...
Todos nos quedamos mudos mirándola incrédulos, sin saber si ayudarla o preguntarle si estaba bien, inmóviles y pasmados; no podíamos hacer otra cosa que quedarnos quietos y mirar a la maestra que tanto nos exigía, sucumbir a su propia exigencia.
Todos nos quedamos mudos mirándola incrédulos, sin saber si ayudarla o preguntarle si estaba bien, inmóviles y pasmados; no podíamos hacer otra cosa que quedarnos quietos y mirar a la maestra que tanto nos exigía, sucumbir a su propia exigencia.
Ella se incorporó con gracia, nos miró a
todos y nos dijo:
-Es importante que todos sean capaces de
lograr la pinza lateral izquierda para desarrollar su equilibrio y su
flexibilidad; y si yo, que tengo escoliosis puedo hacerlo; ustedes también
pueden hacerlo.
A continuación, y esta vez de frente a
nosotros, se cogió el dedo gordo del pié izquierdo con los dedos índice y medio
de la mano izquierda y desplegó frente a nosotros, no sin esfuerzo, una hermosa
pinza lateral izquierda; dejando al descubierto ante mis ojos la notoria
desviación de su columna hacia la izquierda, que hasta ese momento había pasado
casi desapercibida para todos nosotros; ese era el detalle que no me cuadraba;
y ese era el ejemplo más contundente de que el yoga era lo que yo necesitaba.
Si Claudia, con escoliosis, podía hacer todo lo que hacía, incluyendo una pinza
lateral izquierda; pues entonces yo también podía hacer la pinza; y también
podía fortalecer mi cuerpo lo suficiente como para volver a subirme a la
bicicleta.
Pinza lateral derecha
Fuente: Blog de Vanesa Lorenzo
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