sábado, 22 de octubre de 2016

Caída del cielo (O tal vez de un poquito más abajo)



En el verano del 2013 había ingresado a un nuevo centro de labores, había hecho nuevos amigos y mis almuerzos eran muy amenos; Camuchita, Lisha, Rafaelita, Luis Arturo y Luis Armando; todos de diferentes edades y profesiones; nos juntábamos religiosamente en el patio que nos servía de comedor; nuestras conversaciones siempre fueron interesantes y sobre todo divertidas.

Este lugar quedaba a 1.6 km de mi casa; podía ir perfectamente a pie; pero el ingreso era a las 8:00 am y como se habrán dado cuenta yo soy muy dormilona; así que iba en bus (más tarde comprendería que estaba despilfarrando el tiempo y el dinero); no había estacionamientos para bicicletas; pero me confortaba saber que en mi oficina se estaba trabajando el diseño de la remodelación de la Av. Larco; con ciclo-vía y estacionamiento para bicicletas incluido.

Regresaba a mi casa a pié pasando por la Av. Pardo; a todos les parece que la distancia era mucha como para ir caminando, incluso si a mí alguien me hubiera dicho que caminaba 16 cuadras yo le habría dicho que era un exceso; pero aquí está el detalle; todo es relativo; Miraflores es uno de los pocos distritos de Lima que cuenta con un diseño urbano que te invita a caminar; muchos jóvenes caminan desde el parque Keneddy hasta Larcomar sin darse cuenta de que son 14 cuadras; y si no fuera por mis rodillas que de cuando en cuando me molestaban a mi esas 16 cuadras no solían parecerme mucho a la hora de regresar del trabajo.

Además mi trabajo era en el ámbito urbano y tenía que salir a campo muy a menudo; me la pasaba paseando (Con fines estrictamente profesionales) por Miraflores; como era verano ya no podía usar las botas super cómodas que me había comprado el año pasado para mis recorridos por el centro histórico; me compré unas sandalias cómodas que la verdad no funcionaron nada bien; al final me compré unas ballerinas azapatilladas; o unas zapatillas aballerinadas; según yo al tener poco taco y ser de tela elástica y fresca todo iría bien. 

 

Una de las fotos que tomé durante mi trabajo de campo en Miraflores
Fuente: Yo


Mi oficina tenía unas escaleras internas donde ya varias personas se habían caído o resbalado; no pasaron ni dos días de la compra de dichas zapatillas cuando resbalé y caí por las escaleras; en un instante que se prolongó en mi mente de forma interminable trataba de controlar la inexorable caída; trataba de encontrar una baranda, algo de qué agarrarme; no había ninguna y mi caída continuaba mientras mi mente de arquitecta despertaba y se preguntaba ¿Cómo era posible que una escalera como esa haya sido construida en un lugar lleno de ingenieros y arquitectos y nadie haya notado lo mal diseñada que estaba? Por fin llegué al piso, cayendo sobre mis rodillas de la forma más controlada posible, me había cuidado tanto las rodillas durante la caída que lo que más  me había golpeado había sido el muslo; desde el suelo seguía analizando la escalera; la pendiente era excesiva y no cumplía con lo normado en el Reglamento Nacional de Edificaciones; es asombroso cómo funciona la mente en momentos como este, mientras yo me entretenía en analizar la escalera Camuchita me había visto caer sobre las rodillas y se había imaginado lo peor; pues ella sabía de mis lesiones. Cuando por fin dejé de pensar en la escalera me di cuenta de que Camuchita, muy preocupada ya me estaba llevando al tópico a que el doctor me revise, traté de calmarla diciéndole que estaba bien, pero no conseguí nada, Camuchita no iba a permitir que me fuera de la oficina sin ser vista por el médico…

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