sábado, 1 de octubre de 2016

Nueva oficina, nuevos retos

Habíamos dejado la acción en agosto del 2012; ese año mi vida dio varios giros; algunos de los que ya he ido mencionando, tal vez muy superficialmente; pero quiero retomar el hilo de los acontecimientos y en esta y las siguientes entradas estaré compartiendo con ustedes algunas historias de mi vida en dos ruedas; de cómo se vio repentinamente truncada y de cómo la estoy recuperando poco a poco.

Estábamos a mediados del año 2012; mi oficina se había mudado a un lugar en el que con las justas y veía una combi, aquí no llegaba ni remotamente el sonido de un claxon, no se escuchaba el murmullo de un motor rugir en medio de la pista, era prácticamente tan silencioso que podía escuchar la música que escuchan mis compañeros por los audífonos mientras trabajaban. Tanta quietud tenía también sus contras, hacía un frío horrible, y estaba cerca de todo, pero lejos de todo, no sé cuantas cuadras se tenían que caminar para tomar la única línea de combis que pasaban por allí, el día anterior me había demorado 20 minutos en encontrar un taxi. La verdad es que ni siquiera sabía en qué distrito quedaba el lugar, estaba en Corpac, a al menos 8 cuadras de la estación más cercana y tugurizada del metropolitano.

¿Qué era lo bueno? estaba a solo 4 cuadras de la que a mi juicio es la mejor red de ciclo-vías de Lima, San Borja Norte, San Borja sur, Del Parque sur; estaba a 5.5 km de la casa de mi novio, no estaba demasiado lejos de mis clases de danza (10.5 km, solo 2 más que la antigua oficina), incluso estaba cerca de mis nuevos ensayos de Coro en Barranco. Así que todos mis destinos no me quedan ni muy cerca ni tan lejos, todos eran perfectos para recorrer los caminos en bicicleta, y a la vez, todo taxi allí me cobrará muy caro, y encontrar una ruta de trasporte público eficiente era una utopía. No había nada que incentive en mi más el espíritu ciclístico que el solo hecho de imaginarme una hora en un bus en medio de la Javier Prado, o un taxi que me cobrara más de 12 soles y que también terminara metiéndose a la Javier Prado o a Aramburú.

Argumentos en mano desempolvé la bicicleta que durante el tiempo de otoño dejé de montar por la pereza y las ganas de dormir 5 minutitos más (5 eternos minutitos), esta vez ni estudié la ruta y me aventuré a lo desconocido ya conocido. Empezar un lunes lo más temprano posible, ajustarme el casco, alistada ya la ropa y la ropa de repuesto y calzados los guantes, salí triunfante pero regresé presurosa: estaba lloviendo, tenía que sacar mi casaca impermeable, con casaca y todo empecé a mojarme ¿Que estaba pasando en Lima? El día anterior había hecho un sol abrazador y este día llovía a cántaros ¡Mi casco estaba goteando!!! Mi pantalón se estaba mojando, mis dedos se congelaban empapados mientras mis zapatillas resbalaban de los pedales si no apoyaba los pies correctamente; para terminar de complicar las cosas en una curva no muy transitada (Felizmente) mi tour bag salió despedido de la bicicleta, cayó pesadamente en el pavimento y empezó a rodar inmisericorde: el soporte se había roto; aparentemente había cargado demasiado peso encima; tuve que amarrarlo como pude en la parrilla posterior antes de reemprender el viaje.

El soporte del tour bag roto
Fuente: Yo


Una vez que dejé atrás a La Molina, la lluvia bajo en intensidad y se tornó en una suave brisa con chispeantes gotas de agua que alegraban mi ánimo. Ahora todo iría mejor, solo tenía que llegar a la torre de edificios, es muy fácil divisarla, solo tengo que entrar por acá, ¿O era por allá? mmm no, creo que es por allá ¿Dónde quedaba mi oficina? habían 2 calles con el mismo nombre, no reconocía nada, llamaba a mis compañeros a preguntar la dirección y no contestaban, terminé perdiéndome y dando tantas vueltas que un sereno empezó a seguirme. Ahora que lo pienso mi pinta era bien sospechosa: una chica mojada en bicicleta, con un jean recontra suelto y zapatillas empolvadas y mojadas sobre el polvo, encima con una casaca impermeable y buscando una dirección que ni conoce.

No sé cómo me ubiqué, pero llegué, y al llegar, no sabía ni que timbre tocar; en fin; llegué y lo primero que me dijeron mis compañeros fue: ¡Estás flaca!, sentí que no era un alago sino todo lo contrario y luego entendí por qué: en realidad había adelgazado, pero encima de eso mi jean se había estirado por tanto pedalear en la bici, si a eso le sumábamos las ya susodichas zapatillas y la casaquita chorreante, pues el resultado era la versión femenina de Cantinflas. Mis compañeros por lo contrario habían ido más elegantes que de costumbre, hasta saco se habían puesto, y es que la zona al parecer lo ameritaba.

¿Cómo me las arreglaría para vestirme más decentemente sin dejar de ir en bicicleta a trabajar?

2 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhhhhh. La vida en bici? o la vida en Lima?

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    1. ¡Hey gracias por leerme! creo que en este caso es: la vida en bici, en Lima :)

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