sábado, 3 de diciembre de 2011

Siempre se puede pensar diferente

Esta semana  había estado un poco desmotivada en cuanto a mi movilidad en la ciudad. Mi oficina estaba organizando un evento de arquitectura, con un invitado traído directamente desde el extranjero y un libro recién publicado, pensábamos arrasar en ventas de entradas, pero la realidad era otra y los números habían dado su sentencia: Estábamos muy por debajo de las ventas de años pasados.

Estábamos convencidos de que el producto era muy bueno y que podíamos contribuir a la formación de muchos arquitectos con estas conferencias, pero nuestro equipo de ventas pedía ayuda a gritos y decidimos jugarnos el todo por el todo; esta semana se paralizaban todos los proyectos y a cada uno le tocarían determinadas universidades, todos teníamos la misión de resucitar las ventas y para hacerlo más fácil, a cada uno le tocó entre las universidades asignadas su alma mater.

Como no podía ser de otro modo a mi me toco ir a la UNI, y además a la Católica y la UNIFÉ. Me había roto la cabeza pensando como haría para ir a los tres lugares en bici, con todos los libros y los tickets, donde dejaría la bicicleta y el casco cuando tuviera que vender, que rutas usaría para ir de una a otra universidad y de ahí a reportar a la oficina. Tristemente me convencí de que tenía que renunciar a la bicicleta toda esta semana, no podía arriesgarme a dejarla en cualquier sitio o pasar sola por la Vía de Evitamiento o la Av. Pizarro o Viru, Caquetá, La panamericana Norte, la Universitaria, la Vía Expresa.

Resignada dejé la bici en casa, chapé mi combi y me fui a recorrer Lima sobre cuatro ruedas, con muchos libros en el bolso y mucho sencillo en el bolsillo. Los taxis, buses y combis me llevarían a todos mis destinos y el Metropolitano me ayudaría a ir desde la UNI hasta a la oficina, a altas horas de la noche y con mucha plata que entregar.

La UNI, a la Altura del cruce de la Av. Túpac Amaru y Habich.
Fuente: Panoramio Google Earth (Víctor Romero V.)


Sin embargo a pesar de los grandes esfuerzos la venta no estuvo del todo bien, lo que sí estuvo muy bien fue encontrarme con mis amigos de la UNI, conversar con ellos sobre la facultad, sobre la arquitectura y sobre todo, sobre la ciudad y la movilidad de las personas, hablarles sobre mi experiencia en bici y la pena que sentía de tener que dejarla toda una semana.

Eran casi las 7 de la noche, conversaba con una amiga que había hecho sus prácticas en el FONAM, diseñando ciclovías, y seguíamos nuestra charla ciclística mientras el hall de la FAUA* se iba quedando vacío. Ya no habían muchas esperanzas de vender, cuando de pronto, se acercó una señora, de muy delgada figura, tímidamente le ofrecimos el libro y los tickets, y luego de rechazarlos ella se interesó por el libro, se acercó para verlo mejor y nos preguntó si podía darle una ojeada; a lo que asentimos amablemente; ella para poder ojear el libro colocó todas sus cosas sobre la mesa que nos servía de improvisado puesto de ventas, y he ahí ante nuestros ojos un casco negro, completamente rayado, un casco de bicicleta que tenía la apariencia de haber servido mucho y muchas veces de lo rayado que estaba, casi desaparecían los altos y bajos relieves.  Completamente negro y sin ningún brillo, el casco reposaba sobre nuestra mesa invitándonos a seguir hablando de bicicletas y ciclovías.

-¿Es usted ciclista? Preguntó mi amiga Isabel.
-Si - respondió la señora distraídamente mientras ojeaba el libro.
-¿Hace cuanto tiempo? - Preguntó Isabel de nuevo.
-Ya hace 2 años - Respondió la señora que debería tener al menos la edad de mi mamá, o sea base 5.
-¡Yo también desde hace poco! - Agregué emocionada - Mi ruta es de 13 kilómetros, por San Borja - Decía muy orgullosa para mis adentros, esperando que la señora  se asombrara y emocionara con mi travesía. - ¿Cuál es su ruta? - Pregunté por último.
-Yo me movilizo en bicicleta - Respondió ella sin ningún aspaviento y con la mayor naturalidad del mundo - ¿Cuánto cuesta el libro? - Preguntó al fin.
-Cincuenta soles - Respondí contrariada.

La señora compró su libro y se fue con la misma naturalidad con la que había llegado, solo en ese momento me di cuenta que estábamos en la UNI, y que esa señora me había dicho que se movilizaba en bicicleta. Eso significaba, que ella no tenía rutas, no tenía horarios, no se hacía problemas; ella simplemente cogía su bicicleta para llegar a cualquier lugar que necesitase. Estábamos en la UNI y yo había venido en combi, mientras que una señora de 50 años había venido en bicicleta al mismo sitio al que a mí me había parecido peligroso y complicado venir en bicicleta. 

Mientras salía me fijé que a un lado de la puerta 3 había un pequeño estacionamiento con capacidad para al menos 10 bicicletas, casi vacío. Entonces empecé a pensar que tal vez, si más chicos se atrevieran a hacer lo que esta señora hacía, ese estacionamiento no solo estaría lleno, sino que tal vez sería más grande, e incluso, por qué no, habría una red de ciclovías que condujeran a la UNI; Tal vez la puerta 3 ya no estaría tan contaminada ni la Av. Túpac Amaru tan congestionada.

Pero todo eso no era más que un sueño; un sueño que no se haría realidad hasta que todos cambiemos nuestra manera de ver la bicicleta, hasta que dejemos de verla como un medio de transporte peligroso y vulnerable, hasta que dejemos de vernos como débiles víctimas de un tráfico caótico, como seres humanos en mal estado físico, y sigamos "buscando rutas", "buscando peligros", "buscando peros".

Si una señora de 50 años, puede ir en bicicleta sola por Lima desde hace 2 años ¿Por qué yo no? si yo solo tengo 27 años ¿Acaso mi físico es peor? ¿Acaso yo sudo más que ella? ¿Acaso yo estoy más en peligro que ella? ¿Que hace que ella pueda y yo no?

La única respuesta que le encuentro a todas estas preguntas es muy simple y ya la habrán adivinado: Porque ella se atreve, y yo no. Ella ha derribado uno a uno los prejuicios que a mi aún me atan, y que atan a la mayoría de la gente que quisiera transportarse en bicicleta, patines, patineta y no se decide, o solo lo hace en determinados momentos o lugares.

Pero, no se preocupen, a estas alturas me he dado cuenta de que nunca es tarde para pensar diferente, nunca es tarde para atreverse. Sino solo saquen su cuenta: Si esta señora, solo lleva 2 años movilizándose en bicicleta, quiere decir que empezó a los 48 años aproximadamente, o sea que, nunca es tarde para atreverse, siempre se puede pensar diferente, siempre se puede dar un paso más...

Este vídeo es sobre una señora de 83 años, que escapó en bicicleta del
tsunami que hace poco asoló Japón. (CNN Youtube)

*FAUA: Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería.

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