sábado, 24 de septiembre de 2011

En el principio creó el hombre...

... las herramientas para poder sobrevivir en el salvaje mundo que habitaba, poco a poco las sociedades fueron evolucionando dando paso a al descubrimiento de la cerámica, la agricultura, y en algunas sociedades: la rueda.


Con este nuevo invento el hombre mejoró mucho su calidad de vida, y también sirvió de base para otros inventos más avanzados, poco a poco sus aplicaciones se fueron  ampliando como respuesta a casi todas las dificultades que la naturaleza les presentaba, hasta que se inventaron los carros tirados por caballos y luego de la máquina a vapor el ferrocarril y posteriormente el automóvil. Durante deácadas siguió la evolución de las aplicaciones de la rueda y también de la vida urbana y las ciudades, sin embargo; nos olvidamos de un dato muy importante: casi a la par de la invención del ferrocarril, se inventó un curioso aparato que no poseía mayor fuerza motora que la proporcionada por una persona que fuera capaz de mantenerse en equilibrio sobre dicho invento, el mismo que no contaba con más de dos ruedas. Está claro que ambos inventos fueron fruto de la evolución del conocimiento y de sus respectivas formas primitivas y que ambos han continuado evolucionando hasta hoy, así como el automóvil y demás artilugios derivados de la rueda.


Un Draisine de 1820, es un arquetipo de la bicicleta actual.
Fuente: Gun Powder Ma, 2008 (Wikipedia)

Pienso en todo esto cuando recuerdo mi propia  aventura evolutiva, por llamarlo de alguna manera, y me recuerdo a mí misma, hace más o menos un mes, atorada en el tráfico horrible de la avenida Javier Prado, tratando de llegar a mi trabajo en San Isidro, un lunes en la mañana, previa tercera advertencia de mi jefe de no volver a llegar tarde y habiendo intentado infructuosamente cualquier medio, léase despertarse más temprano, ir solo en la Daewoo que es más rápida (Consorcio para la gente más joven que yo), ir en taxi o incluso hacer que mi propio jefe me jale; curiosamente siempre termino llegando tarde y curiosamente cuanto más temprano salgo de casa más tarde llego a trabajar, más me estreso y más sufro la frustración de haber precavido todo, menos que hoy, por alguna extraña razón, el tráfico sea peor que ayer.


Tráfico en la Av. Javier Prado (Lima - Perú)
Fuente: Skycrapercity


Lenta e impredecible avanza la procesión por la Javier Prado, mientras descorazonadamente veo por la ventana a un peatón moviéndose más rápido que mi taxi, alcanzándome y pasándome, dejándose alcanzar y volviéndome a pasar, los ciclistas que dejé atrás me vuelven a alcanzar y son ellos ahora los que me dejan atrás, ¡Y yo pagué 15 lucas por estar aquí atrapada y volver a llegar tarde de nuevo!


Definitivamente envidio a esos ciclistas que han tenido el valor de enfrentarse a una ciudad diseñada exclusivamente para automóviles (Salvo honrosas excepciones) donde peatones y ciclistas son cruelmente ignorados por la planificación urbana distrital y metropolitana de cualquier lugar a donde vaya (Repito, salvo honrosas excepciones). Para colmo de males, la cultura vial es un desastre, siendo en todo momento víctimas potenciales de cualquier desadaptado o distraído chofer o incluso de las imprudenias de los peatones.


Valgan verdades, mi mayor temor es solamente imaginar ¿Que haría yo con mi vieja bicicleta tratando de avanzar por la Javier Prado y tener que enfrentarme al Trébol de Monterrico?, no sé que es peor, si pasar por debajo y exponerme a que me atropellen o pasar por arriba y exponerme a que me roben.


Pros y contras de este periplo imaginario transcurrían por mi cabeza mientras mi taxi seguía parado y el tiempo seguía pasando; sin embargo la pregunta más recurrente en ese momento era la siguiente: ¿Tendría yo el valor de aventurarme?