jueves, 27 de agosto de 2015

Los ciclistas queremos respeto y seguridad.



Hace mucho tiempo que no escribía, para ponernos al día simplemente les diré que mis lesiones de la rodilla han remitido y entre el año pasado y este año he podido regresar a la vida en dos ruedas; no con la regularidad de antes, voy poco a poco, pero voy. Ahora vivo frente a una ciclovía de convivencia por la que camino y pedaleo todos los días y a la cual da mi ventana, así que puedo decir que tengo una buena perspectiva sobre el ciclismo urbano.

Vuelvo a escribir en vista de los últimos y fatales acontecimientos, es muy difícil no decir nada al respecto pues se trata de ciclistas que han perdido la vida en accidentes de tránsito que a todos nos deberían llamar a la reflexión.

Voy a ser sincera, no conozco los hechos al detalle; más allá de lo que se lee en los medios de comunicación o en las redes sociales; no estuve allí y no puedo decir que la culpa es de tal o la culpa es de cual; no puedo decir qué o quién falló; por lo tanto no puedo juzgar a nadie, solo puedo opinar  través de mi propia experiencia en las calles de nuestra ciudad.

Y mi experiencia en cuanto a la ciudad es que a Lima le falta mucho para ser una urbe inclusiva, le falta mucho para darle espacios de calidad a los peatones; y en mucha mayor proporción a los ciclistas. Lima privilegia a los autos en detrimento de los derechos de las personas a tener un nivel digno de calidad de vida. Pero no seamos ciegos, aun siendo el rey, el automovilista tiene sus propios reclamos y el diseño vial de muchas de nuestras vías deja mucho que desear (Sin ir muy lejos veamos el ejemplo de la Costa Verde, escenario de algunos de los últimos acontecimientos y dolor de cabeza de nuestros últimos alcaldes), siendo la geometría vial en muchos casos homicida, el mantenimiento de las pistas un desastre, la señalización contradictoria, la iluminacióninsuficiente; estos son factores que comprometen su seguridad y la de las personas que lo rodean. Todo esto nos habla ya de un nivel de descuido e improvisación por parte de nuestras autoridades en lo referente a la movilidad urbana y el transporte en general.

Pero la ciudad no solo se compone de infraestructura, la razón de ser de las ciudades son las personas; la ciudad y los ciudadanos viven en constante adaptación y cambio el uno en función del otro y viceversa; así que las ciudades cambian a sus ciudadanos y los ciudadanos cambian a sus ciudades. El factor humano es preponderante en la construcción y transformación de la ciudad, para bien o para mal. Ahí es donde entramos nosotros.

Soy ciclista urbana, pero también soy peatón, hago uso del transporte público y de los taxis. Concuerdo con que existe falta de civismo, educación y respeto; existe egoísmo y muchas veces patanería. Pero no solo de los automovilistas, microbuseros, taxistas o motociclistas que manejan a excesiva velocidad ignorándonos en las pistas; no solo de los peatones que invaden las ciclovías de improvisto y sin siquiera mirar. Lamentablemente estos males que menciono también existen en muchos ciclistas, que creen que porque están en bici pueden meterse en contra del tráfico, que creen que pueden pedalear por la vereda y pasarse el rojo; que creen que en una ciclovía de convivencia pueden acelerar al máximo y silbarles a los peatones para que abran paso; que hablan o, peor aún, whatsapean en el smatphone mientras pedalean poniendo en grave riesgo sus vidas y las de todas las personas que los rodean.

Les cuento algo que me pasó y que creo que ya les conté, pero que viene al caso. En todos los sitios a los que llego en bicicleta genero toda una ola de expectación, (Tan difícil es concebir a una persona y más aún mujer yendo a trabajar o a visitar a alguien en bicicleta en nuestra ciudad que ver a una es todo un acontecimiento para muchos); y sobre todo simpatía de las personas. Cuando trabajaba en Chacarilla había un viejito que trabajaba en el mismo edificio que yo y casi siempre coincidíamos en el ascensor; él era muy atento conmigo y hasta me aguantaba la puerta mientras yo metía la bici; siempre me sonreía y se mostraba entusiasmado con la idea de que alguien fuera a trabajar en bicicleta; de pronto dejé de verlo por casi una semana; cuando lo volví a ver era otra persona.

-¡Buenos días señor! ¿Cómo le va?
-¡Ah! ¡Hola! - me contestó con desidia, y mirando mi bicicleta agregó - ¿La bicicleta no?.. El otro día uno de tus amiguitos en bicicleta me atropelló.
-¡No puede ser! - Exclame incrédula - ¿Fue grave? ¿Cómo está usted?
-¡Me atropelló en la vereda, aquí cerca a la puerta! - Me increpó sin responderme - ¿Y crees que se dignó siquiera a ayudarme a levantarme? ¡No! tu amigo siguió de largo, ni disculpas pidió.
-Ay señor, que pena - dije sin saber que decir.

Mi relación con el viejito nunca fue la misma, él nunca fue el mismo, él nunca me volvió a ver con simpatía ni con amabilidad, y no importaba lo que yo dijera o lo que yo hiciera, la imagen que él tenía de mí nunca iba a ser la misma ¿Por qué? porque en su mente un ciclista lo atropelló en la vereda y no le brindó ayuda luego; esa imagen mental es mucho más poderosa que la de la chica en bicicleta que lo saluda sonriente en el ascensor. Ahora la chica ya no es la sonriente chica en bicicleta, es la amiga de quien lo atropelló, de quien puso en peligro su vida y sin siquiera importarle su salud, lo dejó tirado en la vereda.

¿A qué voy con esto? pues simplemente a que no importan para nada nuestras buenas intenciones si no son coherentes con nuestras acciones, a que nadie nos va a ayudar y respaldar cuando pidamos respeto si no respetamos nosotros; y no unos cuantos de nosotros sino todos nosotros. Como dije, en Lima no somos tantos ciclistas, los pocos que se ven generan toda una ola de expectación a su paso y de su comportamiento depende la imagen de todo el colectivo ciclista limeño y hasta peruano.

Han muerto al menos cuatro ciclistas en terribles accidentes que se han hecho públicos en los medios este año, son pérdidas terribles pero sin embargo veo los comentarios de muchas personas defendiendo que las pistas no son para ciclistas, que los ciclistas deben circular solo por ciclovías, que no deben estorbar a los autos y un sin fin de visiones limitadas y egoístas, los ciclistas todavía no hemos calado en la mente de la mayoría de limeños.

Como dije, no voy a opinar sobre las responsabilidades en estos lamentables accidentes; solo los voy a evaluar desde mi reflexión personal.

Estos accidentes reflejan un problema de toda la sociedad, un problema que todos, ciclistas, peatones, conductores y autoridades estamos llamados a enfrentar. Cada quien empezando el cambio en uno mismo. Si queremos respeto, respetemos; si queremos educación, primero eduquémonos; si queremos seguridad, pedaleemos responsablemente; si estamos hartos del egoísmo y queremos inclusión, pues seamos nosotros los primeros en practicar la inclusión.

Los ciclistas urbanos somos una comunidad en plena gestación, tenemos la oportunidad de gestar estos cambios en nosotros y con nuestro ejemplo conducir a la sociedad a la construcción de una ciudad más inclusiva; si desaprovechamos esta oportunidad cegados por la justa indignación o incluso por el odio, el resentimiento, la revancha o la patanería, no solo nos habremos fallado a nosotros mismos, también le habremos fallado a la ciudad y la sociedad entera.

Hagamos el cambio en nosotros mismos, hagamos de nosotros el camino al cambio de nuestra sociedad, demostremos que los ciclistas, los peatones y los automovilistas podemos convivir armónicamente. 

El reglamento Nacional de tránsito casi ni menciona a la bicicleta, entonces no tenemos excusa para no conocer los pocos párrafos que nos atañen directamente, no nos pasemos la luz roja, no nos subamos a la vereda, no vayamos en contra del tráfico, circulemos por el carril derecho, si debemos ir por la vereda, bajémonos de la bici y caminemos.

Pedaleemos felices y con responsabilidad, seamos cada uno de nosotros embajadores de la causa ciclista; solo así podremos construir en la ciudadanía la imagen de que los ciclistas somos personas que respetan las reglas, que respetan a los peatones, que respetan a los automovilistas, y que merecen ser respetados. Solo demostrando que somos felices con nuestro estilo de vida, podremos inspirar a otras personas a seguirnos y abrazar este estilo de vida, y nunca olvidemos que lo que construye un ciclista solo puede ser destruido por un ciclista.

Ser siempre la mejor versión de nosotros mismos, ser siempre el mejor ciclista y la mejor persona que podamos ser; es ese el mejor homenaje que podemos hacerle a los ciclistas que han caído en esta ciudad.