sábado, 26 de noviembre de 2016

Nuevos hábitos, nuevos intentos

… Lo que has experimentado se conoce como ataque de pánico - me indicó el médico general - por lo que me comentas estas experimentando un cuadro de ansiedad severo; es importante que trates de manejar tus emociones de una forma más equilibrada y así mismo, que lleves tu vida de una forma más equilibrada. Vas a tomar Clonazepam para calmar el cuadro ansioso y estas vitaminas con hierro para la anemia; te recomiendo que practiques algún deporte, el yoga por ejemplo te ayudaría mucho. 

Agradecí al doctor y me fui con mi receta de Clonazepam y hierro, por un lado me entusiasmaba que me recomendaran hacer yoga pues el tiempo que lo había practicado me había sentido muy bien tanto a nivel físico como a nivel emocional; pero por otro me molestaba pues con mi actual trabajo era imposible.

Entré al consultorio del endocrinólogo con todos los resultados de los análisis y exámenes y él me informó que padecía de una enfermedad llamada Tiroiditis Autoinmune; era una enfermedad genética que consistía en que mi cuerpo se imaginaba que mi tiroides era un agente externo y se dedicaba a atacarla sin piedad; esto provocaba un hipotiroidismo secundario; lo cual a su vez provocaba entre otros síntomas un aumento en el peso corporal; no había cura, pero habían medidas paliativas: a partir de ese momento tenía que tomar Levotiroxina sódica todas las mañanas media hora antes de desayunar, además me volvió a recomendar hacer deporte y comer sano para bajar mi peso y mi presión arterial.

Más recomendaciones de llevar una vida equilibrada, y llegando a mi trabajo lo último que encontraba era equilibrio; desde aquel lunes en que mi jefe pretendía que entreguemos el proyecto en adelante todo había sido presión y presión para terminar algo en plazos ridículamente cortos. Ese día hablé con Daniel y le dije que no podía seguir así, que mi salud física y mental estaba por los suelos en tan solo dos meses y medio en ese trabajo, nuestra relación también se había deteriorado un poco y con tantas visitas al doctor la verdad es que no estaba aportando mucho a la economía familiar.

Al día siguiente anuncié a mis jefes que solo trabajaría hasta el fin de ese mes; la noticia no les cayó nada bien; ese mes ya habían renunciado varias personas, yo era la décima persona en renunciar; pero yo ya no pensaba dar vuelta atrás, no estaba en condiciones de seguir soportando esa situación, y estaba segura de que nada iba a cambiar en la oficina.

El 23 de julio dejé todo el proyecto ploteado, todas las indicaciones acerca de la ubicación de los planos, los contactos de ingenieros y clientes; y especifiqué todas las observaciones pendientes de resolución por parte de los ingenieros.

A partir de allí me dediqué a curarme; tenía que bajar de peso, ahora no solo por mis rodillas sino también por mi presión, mi colesterol y mi obesidad. Únicamente tomando la Levotiroxina había bajado dos kilos en un mes; pero no era suficiente pues el IMC seguía estando alto. Y ambos médicos me habían recomendado hacer ejercicio; así que con el dinero de mi liquidación me compré una membresía de 6 meses en una escuela de yoga; practicaría yoga restaurativo, altamente recomendado para personas con algún tipo de lesión física y sobre todo para quienes padecen cuadros ansiosos; pero con eso no iba a bajar mucho de peso que digamos.

La nutricionista ya me había elaborado un plan nutricional, ahora solo me faltaba un plan de actividad física, me dije a mi misma que ahora que estaba sin trabajo iba a matar dos pájaros de un tiro; iría a todos lados en bicicleta y así ahorraría dinero, bajaría de peso y también me relajaría. Empecé a ir al yoga en bicicleta pero esto no parecía dar muchos resultados en lo referente al peso así que me puse a investigar y descubrí que; a pesar de que quemar la misma cantidad de energía en 10 minutos caminando y en bicicleta; si tu objetivo es bajar de peso entonces para distancias menores a 2 km lo más recomendable es caminar a un ritmo constante y rápido sin llegar a correr. ¿Por qué? Pues porque 2 km en bici se pueden hacer en cinco o diez minutos dependiendo de tu velocidad, de tu bicicleta o de si es subida o bajada; pero caminando a ritmo acelerado demoras al menos 20 minutos; por lo tanto quemas dos o cuatro veces más calorías que en la bicicleta.

Kilocalorías quemadas en 10 minutos
de acuerdo a la actividad física.
Elaboración: Yo
Fuente: Varias

Así que me dije a mi misma: entre lesiones en las rodillas, presión alta, colesterol y obesidad; caminar me ayuda a mejorar a corto plazo en casi todos los aspectos, a costa de las rodillas; pero si bajo de peso, eso a largo plazo es bueno para las rodillas. Decidí que si caminaba no podía sobrepasar de ninguna manera los 2km y debía asegurarme de usar los zapatos o zapatillas adecuadas; además decidí que en pro del ahorro y el bienestar físico; en distancias comprendidas entre los 2 y 8 km usaría la bici si o si. Como no tenía planes de ir a otro lado que no fueran los ensayos del coro y las reuniones de mi camino espiritual; por ahora solo serían dos veces a la semana; pero por algo tenía que empezar; así que saqué mis cálculos y definí mi plan de actividad física con la esperanza de mejorar rápidamente a nivel físico y emocional.

Mi plan te actividad física semanal
Elaboración: Yo

El martes 4 de agosto de 2015 tracé mi ruta; revisé la bicicleta, la desempolvé, le quité las telarañas, le inflé las llantas, ajusté el asiento; elegí mi ropa lo mejor que pude, me calcé el casco y los guantes; las cintas reflectantes ya no servían, coloqué mi bolso en la bici con todo lo que creía necesario.

Emprendí la ruta y al llegar a la Av. Santa Cruz sentí la pegada, no llevaba ni cinco cuadras y ya me sentía desfallecer, no creía que pudiera resistir pero me decía a mí misma: Ya pudiste antes, no es tan largo el camino; llegas a Arequipa y todo será más fácil.

 
Mi ruta
Elaboración: Yo
Imagen: Google Earth

Me sorprendía pues no recordaba que antes me hubiera cansado tanto en esa vía; llegué a la Av. Arequipa con el corazón en la boca, agradecí la pendiente más suave de esta vía, ya faltaba poco; aunque sentía que me había demorado la vida entera; llegaría tarde, pero ya no había vuelta atrás. Al llegar me sorprendí de que fuera temprano, me sorprendí sudando como si hubiera corrido una maratón; algunos hasta se asustaron al verme tan colorada, mojada y agitada; y solo eran 3.5 km; tardé bastante en calmarme pero por fin lo logré.

Una vez terminada la reunión, el camino de regreso fue mi recompensa, era todo bajada, era tarde y casi no había tráfico, el viento me acariciaba suavemente, y poco a poco sentí la felicidad animarse a iluminarme, una sonrisa se escapó de mis labios y supe dentro de mí que iba a estar bien, supe que iba a estar mejor.

sábado, 19 de noviembre de 2016

No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

Corría mayo del 2015, había ingresado a una nueva oficina que quedaba muy cerca de mi casa, la cosa había sido demasiado rápida: un día me habían llamado por teléfono y sin entrevista previa me habían preguntado si podía empezar ese mismo momento; como ya tenía planes pedí empezar al día siguiente y me indicaron que los horarios de trabajo eran de 9:00 am a 7:00 pm pero lógicamente si teníamos entregas teníamos que terminarlas; nada fuera de lo normal en una oficina de arquitectura, donde los días de entrega no hay horario ni horas extra, solo hay un proyecto que entregar y se da todo hasta las últimas consecuencias. Felizmente no hay entregas todos los días.

Al día siguiente me presenté a la oficina y ni bien llegó el arquitecto me pidieron una entrega para ese mismo día, algo que suele ser normal si te contratan con tanta prisa, así que me quedé hasta las 11:00 pm para terminar la entrega pues al día siguiente había una reunión con los clientes a primera hora; superado el primer día pensé que podría organizar mejor mi tiempo los días siguientes.

Pero transcurriendo los días me fui dando cuenta de que iba a ser imposible; mi jefe se resistía a revisar los proyectos durante el día; y faltando cinco minutos para las siete de la noche me pedía que imprimiera todo para que él lo revisara; me mandaba a hacer alguna corrección o simplemente replanteaba todo; las sesiones de crítica y replanteo eran largas y para mi muy estresantes porque mi vida no se limitaba a la oficina: tenía otras actividades en las noches como los ensayos del coro donde cantaba o las reuniones de mi camino espiritual, por último alguna cena con mi familia o mis suegros y claro, estando casada no es lo ideal llegar todas las noches a las 11:00 pm a tu casa trabajando solo a un kilómetro.

De todos modos me quedaba revisando el proyecto hasta que llegaba al límite de mi tiempo y le mencionaba al arquitecto que ya era hora de irme; al principio no le molestaba; pero en adelante le comenzó a parecer una odiosa costumbre que yo me fuera “siempre a mi hora” (Cuando la realidad era que me iba siempre por lo menos una hora después de mi hora). Al tomar el trabajo estaba emocionada por la posibilidad de ir caminando o ir en bicicleta; pero con semejantes horarios cada vez me alimentaba peor, cada vez dormía peor y por ende cada vez me despertaba más tarde; de pronto me veía saliendo todas las mañanas en taxi de mi casa a la oficina; regresando muchas veces en las noches a pedir Delivery porque cocinar era impensable. Mi jefe tenía un carácter explosivo y además de ser muy difícil de tratar no dejaba de replantear el proyecto; que ya tenía más de 20 versiones "definitivas".

Para junio ya me había olvidado por completo del yoga, de la bicicleta y de la comida casera; a duras penas subsistían el coro y el camino espiritual; Daniel al ser también arquitecto comprendía en gran medida el régimen laboral al que estaba sometida, pero mi estrés, mi frustración, mi mal humor; esos eran temas más difíciles de manejar para ambos. Pronto también empecé a sentirme mal físicamente; ya me había dado cuenta de que estaba subiendo de peso; y en una salida a comer Leche de Tigre con Lisha le comenté:

-Ya no sé qué voy a hacer; entre el trabajo y la falta de tiempo me he dado cuenta que subo muy rápido de peso, y no es que coma mucho; por ejemplo con el vaso de Leche de Tigre ya me he llenado.
-¿Qué si? ¿No vas a almorzar? – Me contestó asombrada
-No, si ya estoy satisfecha, pero de verdad me preocupa subir tanto de peso, sobre todo por mis rodillas que todavía no están bien.
-Mmm ¿Tienes mucho sueño?
-Si – Contesté sin saber muy bien qué tenía que ver eso con el tema que yo planteaba.
-¿Se te cae el cabello? – Siguió ella preguntando.
-Si – Respondí aún más contrariada aún.

A Lisha se le iluminaron los ojos y con total certeza me dijo:

-¡Tienes hipotiroidismo!
-¡¿Qué?! ¿Cómo sabes? – Dije entre incrédula y sorprendida
-Es que mi hermana tiene lo mismo, ¡Tienes que ir con el endocrinólogo ya!

Agradecí a mi amiga por el consejo y ni bien pude saqué cita con el endocrinólogo y el médico general. Mi salud no podía estar peor: en tan solo un mes en el nuevo trabajo había subido mi colesterol y además había subido siete kilos, lo peor era que ya antes había estado luchando con mi peso y estaba en sobrepeso antes de ganar los benditos siete kilos, así que según el IMC ya estaba en obesidad ¿Cómo había llegado a eso en solo seis semanas? Pero eso no era lo peor, el doctor me dijo que tenía que hacer deporte porque estaba con la presión muy alta; ¡Yo no lo podía creer!, yo sentía que si hacia deporte; pero claro había estado haciendo de porte pero ahora ya no lo hacía con semejante trabajo. ¿Ustedes creen que aquí acaba la cosa? Para colmo de males estaba anémica. ¿Obesa y anémica? Pues si, vaya combinación, vaya homenaje a la mala alimentación y a la mala vida. No solo eso, Lisha había tenido razón, algo andaba mal con mi tiroides, pero aparentemente no era exactamente lo que ella creía.

Eso significaban más análisis, más visitas al doctor; y por lo tanto más permisos; mi jefe no estaba nada contento y no se cohibía en demostrarlo, había empezado a vigilar de manera obsesiva mis horarios de llegada, y si llegaba 5 minutos tarde me hacía un escándalo tremendo. No solo eso, a fines de junio los clientes querían una fecha límite para la entrega del proyecto, el mismo que prácticamente no había avanzado debido a los constantes replanteos del arquitecto.

Me planteó la situación y me dijo:

-Empezando a desarrollar ahora el proyecto ¿En cuánto tiempo puedes entregarlo?
-Bueno, es un proyecto relativamente sencillo – dije después de una evaluación – creo que para que los ingenieros se pongan al tanto y planteen y replanteen las especialidades, para que yo haga la compatibilización y diseñe los detalles; para que usted los revise y yo haga las correcciones respectivas necesitaríamos un mes como el más corto de los plazos.
-¡De ninguna manera! – Replicó airado – ¡Ese proyecto se entrega en una semana!
-¿Una semana arquitecto?, pero si los ingenieros ni siquiera han visto el anteproyecto.
-Se hace en una semana o se hace en una semana, y ahora mismo llamo a los clientes y les digo que para el lunes tienen el proyecto en sus manos. - Sentenció.
-Pero yo no puedo hacer la compatibilización sin los proyectos de especialidades de los ingenieros – Repliqué.
-Por eso no te preocupes, yo ahorita los llamo y les digo que tomen este proyecto como prioritario. – Sin decir ni escuchar más se retiró.

Yo estaba que hervía en cólera e indignación; en una semana ningún ingeniero iba a terminar un planteamiento a nivel de proyecto, decirles a los clientes que el lunes iban a tener el proyecto era mentirles más allá de toda contemplación ¿Y qué podía hacer yo? Lo único que me quedaba era manejar dos plazos paralelos; el idealista y el realista, manejar el proyecto de tal forma que para el lunes nada estuviera listo, pero todo estuviera listo; es decir: avanzar todo al mismo tiempo de modo que para el lunes tuviéramos de todo un poco y que los clientes no se sintieran estafados.

Así fue que el lunes 5 de julio el proyecto no estaba listo pero parecía listo; si todo salía como había planeado; el proyecto se terminaría en un mes, pero los clientes estarían medianamente satisfechos por ahora.

Seguí en un ritmo de trabajo imparable hasta que un día desperté con una presión en el estómago y con nauseas, esto se sumaba al ya continuo dolor en la garganta y al dolor en la lengua que había estado experimentando las últimas mañanas, también me empezó una migraña muy fuerte y a esta le atribuí las náuseas, me tomé una pastilla para la migraña, y me fui a trabajar; transcurrían las horas y empecé a experimentar una sensación de agitación, un creciente nudo en la garganta, un temblor recorrer todo mi cuerpo y dejarme sin fuerzas para sostenerme por mi misma, un sudor frío, unas irrefrenables ganas de llorar, de gritar, de salir corriendo de allí; al principio pude controlarlo y aquella sensación se extinguió; pero solo fue para regresar con más fuerza media hora después. 

En cuanto pude me paré y mencioné a mis compañeros que iba a comprar, en la puerta empecé a temblar de nuevo y felizmente me encontró allí Ernesto, él había sido mi amigo desde la CEPRE-UNI, mi compañero en la FAUA, y varias veces mi compañero de trabajo; él estaba en otro proyecto y por lo tanto en otro ambiente de la oficina, muy pocas veces podíamos vernos; pero en ese instante cayó del cielo para sin proponérselo ayudarme a salir, ya afuera se dio cuenta de que algo no estaba bien, me preguntó que me pasaba y no pude hacer otra cosa que decirle que sentía mi cuerpo temblar, mientras las palabras salían de mi boca las lágrimas se atropellaban en mis ojos, era un llanto irrefrenable y con él se incrementaban los temblores, las náuseas, el dolor, el sudor, los mareos, la debilidad; pero simplemente no podía dejar de llorar. Ernesto solo atinó a tomarme el pulso y animarme a seguir llorando; cuando por fin pude calmarme, todas aquellas sensaciones habían desaparecido; mi amigo me dijo: Creo que has tenido una taquicardia porque tu pulso era bastante irregular. Le agradecí y fuimos juntos a la tienda en silencio, él compró para mí una botella de agua y me acompañó de regreso; sin embargo a los pocos pasos todas las sensaciones volvieron a invadirme; volvió el temblor, volvieron las náuseas, volvió el dolor, el sudor, los mareos, la debilidad; y el llanto incontrolable se apoderó de todo mi ser; Ernesto volvió a limitarse a tomarme el pulso ¿Qué más podía hacer?.
 

El Grito de Munch
Nada mejor para retratar cómo me sentía. 
Fuente: Wikipedia
Calmada una vez más Ernesto me dijo que tenía que ir al médico pues él creía que había vuelto a tener una taquicardia; le agradecí y juntos volvimos a la oficina; felizmente no estaba mi jefe, felizmente todos estaban tan metidos en sus proyectos que nadie notó mi rostro pálido y mis ojos rojos; retomé mi trabajo y me prometí visitar cuanto antes al médico…

sábado, 12 de noviembre de 2016

El yoga, todo un descubrimiento.

La natación había rendido sus frutos, había logrado mantenerme en un peso aceptable para mis rodillas; y los dolores habían disminuido de manera muy notoria; sin embargo, iniciado el verano del 2014; los precios habían subido escandalosamente; me salía mucho más barato inscribirme en el gimnasio; que de paso tenía mejores duchas y vestuarios que mi academia de natación ¿Pero qué iba a hacer en el gimnasio? A parte de las máquinas y los aeróbicos que para mí no eran nada recomendables; había también clases grupales; entre ellas Pilates y Yoga ¿Me ayudarían con mi lesión?

Alguien me dijo que el Pilates era lo que necesitaba, pues se había diseñado justamente para personas que tenían lesiones; pero en el gimnasio el horario de Pilates era para mí incompatible con los horarios de oficina; me quedaba el yoga, pero no tenía muchas referencias de esta disciplina. Daniel me dijo que el yoga era lo máximo, que era lo que yo necesitaba, y fue así que terminé yendo los martes y jueves a las clases de Clauida.

Las clases eran intensas, los estiramientos, las torsiones, los ejercicios para fortalecer abdominales, las asanas de equilibrio, las asanas invertidas. A pesar de mi experiencia previa con la danza contemporánea mi cuerpo se resistía a estirarse y torcerse. Claudia era bastante estricta; se paseaba entre nosotros con sus abdominales de película corrigiéndonos y exigiéndonos constantemente.

Yo migraba constantemente del reto al disfrute, de la satisfacción a la frustración; había posturas o asanas que mi cuerpo no entendía, pero mucho peor había otras que mi mente no comprendía; así que no tenía ni la más mínima idea de por dónde empezar. Mi práctica solo mejoró cuando en medio de un estiramiento bastante exigente recordé de pronto las palabras de Morella, mi profesora de Danza: “Ale, estamos estirándonos, estírate” Me di cuenta en ese momento que la mayoría de mis dificultades no eran físicas; sino mentales; lo que se resistía no era mi cuerpo, era mi mente; decidí dejar de pensar en lo difícil que era estirarse y simplemente entregarme al estiramiento relajando mi cuerpo y mi mente, y fue en ese instante en que empecé a progresar y a disfrutar más que nunca.

Era sorprendente como con la bulla de las máquinas y la música a todo volumen de la clase de spinning, en ese salón en silencio podíamos todos relajarnos y reconectarnos con nosotros mismos; pero yo aún dudaba de si tanto estiramiento y tanto equilibrio me iban a ayudar con mi lesión de las rodillas; hasta ahora no me habían molestado, pero no sabía si a largo plazo iba a poder montarme en la bicicleta con la frecuencia de antes.

Claudia no paraba de hablar de los beneficios del yoga; con sus pantalones holgados de color verde fosforescente y sus ceñidos polos color amarillo chillón, lucía impecable su six-pack bien definido, sus músculos firmes en cada parte de su cuerpo daban fe de toda una vida dedicada al trabajo físico y de los efectos del yoga en su cuerpo; pero había algo raro en ella; algo que no me terminaba de cuadrar; su cuerpo no era del todo armónico, pero yo no podía descubrir que era aquello que desentonaba en medio de tanta perfección. Este asunto me intrigaba de sobre manera, no podía evitar preguntarme qué era lo que no encajaba, hasta que, en medio de una pinza lateral izquierda que realizaba de perfil a nosotros Claudia perdió el equilibrio y cayó de lado hacia la pared... 

Todos nos quedamos mudos mirándola incrédulos, sin saber si ayudarla o preguntarle si estaba bien, inmóviles y pasmados; no podíamos hacer otra cosa que quedarnos quietos y mirar a la maestra que tanto nos exigía, sucumbir a su propia exigencia.

Ella se incorporó con gracia, nos miró a todos y nos dijo:

-Es importante que todos sean capaces de lograr la pinza lateral izquierda para desarrollar su equilibrio y su flexibilidad; y si yo, que tengo escoliosis puedo hacerlo; ustedes también pueden hacerlo.

A continuación, y esta vez de frente a nosotros, se cogió el dedo gordo del pié izquierdo con los dedos índice y medio de la mano izquierda y desplegó frente a nosotros, no sin esfuerzo, una hermosa pinza lateral izquierda; dejando al descubierto ante mis ojos la notoria desviación de su columna hacia la izquierda, que hasta ese momento había pasado casi desapercibida para todos nosotros; ese era el detalle que no me cuadraba; y ese era el ejemplo más contundente de que el yoga era lo que yo necesitaba. Si Claudia, con escoliosis, podía hacer todo lo que hacía, incluyendo una pinza lateral izquierda; pues entonces yo también podía hacer la pinza; y también podía fortalecer mi cuerpo lo suficiente como para volver a subirme a la bicicleta.

 Pinza lateral derecha

sábado, 5 de noviembre de 2016

Qué pequeño es el mundo

Lo que quedaba del verano del 2013 lo aproveché al máximo; esta nueva información que me había dado el Kinesiólogo me dio esperanzas para regresar a la vida en dos ruedas y ya se acercaba la octava ciclonudista; me propuse que de todas maneras participaría; solo necesitaba que mis rodillas estuviesen en buenas condiciones y para eso iba a poner en práctica todas las recomendaciones del kinesiólogo.


No perdí el tiempo y lo primero que hice fue comprar zapatos; ese verano compré muchos, no porque quisiera sino porque ahora era consciente de su importancia y la verdad cada vez que compraba uno no pasaba la prueba de la primera semana; si no era en tamaño del taco era la forma del mismo, la dureza de la suela, etc; ese verano no encontraría los zapatos perfectos y no por falta de búsqueda. Pero no me rendí y en paralelo busqué la forma de fortalecer mis rodillas; me metí a un curso de natación; que me ayudó bastante y sentía que de alguna forma contrarrestaba el efecto causado por el mal calzado. Además me propuse más seriamente bajar de peso para no exigirle a mis pobres rodillas más de lo necesario.

Por fin llegó el día; era mi segunda ciclonusidta y esta vez no iría sola; mi esposo y un amigo se animaron a ir conmigo. En la marcha yo me preocupaba por marchar, así que no socializaba mucho; pero era inevitable reconocer las caras familiares de la marcha anterior; sobre todo las de los chicos de CicloAxión, que el año pasado se habían desnudado; y que este año no iban a ser la excepción; unos resaltaban más que otros en sus actividades de organización; algunas caras se me hacían cada vez más familiares… 


  La única foto mía en la octava ciclonudista; y esta chica se roba toda la atención
(No, no estoy en primer plano) 




La marcha fue un éxito y yo regresé a mi vida y mis intentos para que mi vida regresara a la normalidad, insistí con la natación, seguí buscando el zapato perfecto, poco a poco y cada cierto tiempo intentaba hacer recorridos cortos en bicicleta; tres kilómetros, tal vez cuatro; cada vez estaba más segura de que el kinesiólogo había tenido razón; por lo general el dolor no aparecía después de pedalear, sino después de caminar; y en invierno era peor; pero no iba a resignarme; aunque me costaran cinco años yo iba a volver a la vida en dos ruedas; no podía resignarme.

Y así pasó un año, se acercaba mi cumpleaños número 30; y caía sábado, lo peor: se cruzaba con la novena Ciclonudista; ahora que estaba casada mi cumpleaños ya no era solo cosa mía, sino que tenía que incluir además de mi familia a la familia de mi esposo (O sea mi nueva familia jajaja) muy triste me resigné a no asistir ese año; pero alguna vez tenía que renunciar a algo.

Eran las 9:30 de la mañana del sábado ocho de marzo del 2014; había tenido un día muy cansado el viernes y había decidido dormirme hasta muy tarde; y lo estaba por lograr cuando sonó el teléfono; era mi amiga Letty. Desde que me cansé prácticamente había perdido contacto con las chicas del barrio, porque a ellas les parecía muy lejos venir a mi casa y a mí me parecía injusto que siempre tenga que ser yo la que iba a visitarlas; así que me pareció muy raro que me llamara; extrañada conteste:

-  ¿Aló? ¿Letty? - Hacía todo lo posible para que mi voz no sonara pastosa.
-  Hola Ale, ¡¿Estabas durmiendo?!
-  Uhmmm, si. - Ok me rendí.
-  ¿Te desperté?
-  Uhmmm, si.
-  ¿Vas a ir a la Ciclonudista?
-  Uhmmm, no.

¿Qué hacía Letty preguntándome por la Ciclonudista? Nunca antes había demostrado interés en eso; salvo para decirme que era una exhibicionista y reírse de mí bromeando alegremente al respecto.

-  ¿Por qué? – pregunté intrigada.
-  Ah porque quería ir; pero no quería ir sola; ¡Ya pues vamos! ¿Por qué no quieres ir si antes no te molestaba ir a exhibirte?
-  ¡Oye no me iba a exhibir!, iba en bikini, es como ir a la playa.
-  Ya pues ¿Por qué no quieres ir ahora?
-  Porque es mi cumpleaños.
-  ¿Qué?, no puede ser ¿hoy es tu cumpleaños?
-  No, la próxima semana; la ciclonudista también es a próxima semana – Dije convencida.
-  !Ja ja ja!– Soltó risueña una carcajada – Te has equivocado; la ciclonudista es hoy día; ¡Ya pues vamos!
-  ¿Qué? Pucha; estaba segura que era la próxima semana ¿a qué hora es?

Me di cuenta de que Letty tenía razón: el primer sábado de marzo había sido el uno, no el ocho como yo había creido.

-  A las 10:00 - Contestó ella.
-  ¡Ay Letty! Pero ya son las 9:50; y acabo de salir de la cama; Daniel sigue durmiendo; y encima no he desayunado.
-  Pero no importa, vamos así no más.
-  Bueno, puede ser…

Por un momento estuve por decir que si, pero enseguida me di cuenta de dos cosas: la primera que sin desayunar no iba a llegar muy lejos en la ciclonudista; y la segunda; que Letty me estaba llamando desde su casa; y que aún si estaba lista lo más probable era que llegaría cuando la ciclonudista hubiera terminado.

-  No, lo siento Letty, igual no la hago en 10 minutos; otra vez avísame con más tiempo por favor.
-  ¡Oh bueno!, a ver si otro día salimos a pasear en bicicleta pues; chau, cuídate.
-  Chau, cuídate mucho; ¡abrazos!

Me acababa de despedir de ella y no salía de mi asombro: ¿Letty en bicicleta?, la conocía desde primaria; y según mi mamá incluso desde inicial; y casi nunca la había visto en bicicleta. ¿Tanto había cambiado en un año? Y si tanto le gustaba ¿Por qué nunca antes había propuesto algo así? (antes, de lesionarme las rodillas por ejemplo) ¿A qué se debía el repentino interés?

La respuesta tardaría unos meses en llegar; en una reunión por el cumpleaños de Mario, el enamorado de Adriana; llegó Letty acompañada por un chico cuyo rostro se me hacía familiar; nos lo presentó a todas, se llamaba Orlando y era su enamorado; y yo no le quitaba los ojos de encima ¿Dónde lo había visto antes?

La respuesta llegó con una sensación de desconcierto: Orlando era uno de los chicos de CicloAxión, eso explicaba el repentino interés de Letty por el ciclismo y el ciclonudismo en particular y yo no podía creerlo ¡Había conocido calato y en bicicleta al que sería el enamorado de mi amiga! Y no solo lo había visto totalmente calato una vez, sino dos.

¡Qué pequeño es el mundo! ¡Qué dificil es que se de una coincidencia asi! ¡Pero más difícil es dejar de recordar calato al enamorado de tu amiga!