sábado, 26 de noviembre de 2011

De los derechos y deberes

Comentando con mis amigos mis aventuras ciclísticas han surgido nuevas interrogantes y nuevos cuestionamientos a mis travesías de los lunes. ¿Por que carril debo ir cuando manejo en la pista? ¿Puedo subirme a la vereda? ¿Puedo usar un carril completo o es mejor pegarse a un costado? ¿Los ciclistas pagamos multas por algo? ¿De que manera se puede transitar más seguro? Valgan verdades, no podría responder ninguna de estas preguntas. Tengo que reconocerlo, he sido imprudente y me he lanzado en una aventura sin antes conocer los derechos que me asisten ni mis obligaciones, tal vez hasta he estado infringiendo las leyes producto de mi ignorancia. Pero ¿Qué dicen las leyes?.


Como nunca es tarde, decidí informarme lo mejor que pudiera y una vez más comprobé con total frustración que la bicicleta no existe en la mente de las autoridades. No diré que leí todo el Reglamento Nacional de Tránsito, pero si busqué todo lo que en el tuviera que ver con la bicicleta ayudada por el buscador de palabras del Pdf. Asombrada comprobé que las palabras bicicleta y ciclista no existían en todo del documento de 95 páginas, por último probé con "Bicicletas", palabra para la cual solo hallé 6 resultados, que les expongo a continuación:


Artículo 79º.-

Para subir o bajar de los vehículos, los peatones deben hacerlo:
1) Cuando los vehículos estén detenidos.
2) Por la(s) puerta(s) ubicadas a la derecha del timón, cuando el vehículo se ubique en el carril derecho de la vía.
3) Teniendo precaución con el tránsito de vehículos menores y bicicletas.

Artículo 146º.-

Los vehículos menores sin motor, como bicicletas y triciclos, y los vehículos automotores menores, cuando circulen por una vía deben hacerlo por el carril de la derecha uno detrás de otro. Cualquiera sea su característica o tamaño, no deben circular en forma paralela en doble o más filas, ni deben adelantarse unos a otros.

Artículo 156º.-

Si se destinan o señalan vías o pistas especiales exclusivas para el tránsito de bicicletas, sus conductores deben transitar por ellas estando prohibido a otros vehículos utilizarlas.

Artículo 250º.-

Los vehículos no comprendidos en los artículos anteriores deben tener:
2) Los triciclos o bicicletas: Frenos de pie y mano y dispositivos reflectantes en los extremos delantero de color blanco-

Existe solo una infracción en todo lo que al ciclismo se refiere y es la   C.41 (Circular por vías o pistas exclusivas para bicicletas), la cual es catalogada como GRAVE y aquél que la cometa recibirá como único castigo una multa de 5% de una U.I.T. (O sea S/. 180.00).  Eso sí, no explica si esta multa va dirigida a automovilistas, motociclistas, peatones o público en general.


Encima de que la ley casi ni menciona a la bicicleta, lo poco que dice es letra muerta.
Fuente: http://blogs.rpp.com.pe/reporterow/

En verdad, la ley peruana es deprimente y pobre y en muchas ocasiones carece de sustento técnico. Ni siquiera se me aclaró la duda de si debo circular en el sentido del tráfico o contra el tráfico, para mi es mejor ver al carro que no ver nada y de pronto ser sorprendida por un auto que viniendo detrás mio se pega demasiado y me hace perder el equilibrio. Bastante decepcionada decidí buscar información en otro lado sobre cómo podía cuidarme en la ciudad y encontré estos 3 vídeos que me parecen muy útiles.

El primero es el caso peruano. Este video, elaborado por el proyecto zoom (que creo que ya no existe), se publicó en el 2006 y aunque no da muchas luces es la referencia más segura a la que podemos remitirnos y la que más se acerca a nuestra realidad. Este vídeo es el que vi primero y gracias a Gonzalete aprendí a alzar el brazo.


El caso argentino sin duda nos ilustra mucho mejor y nos explica muchas cosas más, previniendonos sobre nuestros actos y las consecuencias de los mismos, así como instándonos a manejar con responsabilidad. Este vídeo lo publicó el Programa Mejor en Bici, este año.


Por último les presento el caso mexicano, que sinceramente me ha dado mucha envidia, pues en él se evidencia, que toda la sociedad se ha preparado para un ciclismo urbano seguro. A través de los 10 consejos que nos da ECOBICI podemos darnos cuenta de que allí existen leyes que protegen al ciclista, y que estas leyes son coherentes con el diseño urbano y vial, y que estos concejos se enmarcan perfectamente tanto en el campo legal como de planificación urbana y vial, o sea, todo suma perfectamente siendo el ciclista uno de los actores más beneficiados. Este vídeo se publicó en el año 2010.


Me he decidido a seguir los consejos mexicanos, aunque verdaderamente no se si todos los automovilistas peruanos aguanten que me plante a pedalear ocupando todo el carril o entiendan todos los signos de los brazos, pero haremos la prueba y a ver que sale.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Erase una vez en Huancavelica...

... La sombra del terrorismo seguía presente en cada permiso que pedía a mi mamá para ir a jugar al parque; de noche los apagones, coches bombas y banderas rojas eran cosa cotidiana y los comentarios de la gente mayor denotaban todo el miedo que tenían, y de algún modo nos transmitían esos miedos a los niños que escuchábamos historias de terror como quien escucha cuentos de hadas y dragones en tiempos remotos. Yo tenía siete años en 1991, y tal vez mi inocencia infantil me protegía de todos esos miedos y me permitía verlos como simples cuentos, a pesar de las detonaciones nocturnas y las noches en que hacía mis tareas a la luz de las velas.

La plaza de Huancavelica en el año 2006
Foto: Daniel Brenis

Tenía siete años y a pesar de todo solo me importaban las mañanas de escuela y las tardes de lluvia, sol o arco iris y los juegos en el gran patio de la vieja casa, en el viejo portón, en la calle o en la plaza principal de Huancavelica. Mi tío Darío tenía 60 años y hacía poco había conseguido trabajo como profesor en el Tecnológico, por ese entonces Huancavelica solo tenía Instituto Pedagógico e Instituto Tecnológico; no había universidad, ni teléfono, ni ómnibuses urbanos ni mucho menos taxis. Abundaban en cambio los telegramas, los triciclos, las largas caminatas y las bicicletas.

Entre su trabajo y nuestra casa, mi tío recorría diariamente una distancia de aproximadamente 3 km a pié, pero a sus 60 años ya se había cansado de caminar y caminar a más de 3,680 msnm. Había tomado una determinación, se compraría una bicicleta, recordaría como era manejar, iría a trabajar en bicicleta y de paso me compraría una a mí y me enseñaría a usarla.

Fue así que un día me cogió de la mano y me dijo que iríamos a comprar las bicicletas. Emocionada, pensé que me llevaría a una tienda repleta de bicicletas y carritos (Al mismo estilo de Carrusel), pero no, el lugar parecía una chatarrería, o un cementerio de bicicletas, no había allí nada de lujo, glamour o ilusiones, solo un viejo hombre sentado en medio de los fierros oxidados y su joven ayudante sosteniendo una tina con agua sucia. Mi tío y el señor se pusieron a hablar amigablemente y discutían que sería mejor para él y qué para mí, es así que en medio del montón de fierros oxidadísimos el sujeto sacó algo y dijo: “Esta puede ser para la wawa”. Miré sorprendida pues en ese montón de chatarra no asomaba siquiera una llanta o un asiento o algo que me hiciera presagiar que allí había una bicicleta, mi tío escogió un trozo de chatarra que al menos tenía llantas, mucho más grande que el mío y en seguida el viejo nos preguntó por nuestros colores favoritos; a lo que yo respondí verde, y mi tío respondió, blanco, azul y rojo; pasado un tiempo nos fuimos. Mi tío estaba muy feliz y yo muy contrariada, pensaba que iba a regresar a casa en dos ruedas pero regresaba caminando y recordando unos montones inacabables de fierros anaranjados por el óxido.

Desde ese momento todos los días mi tío me traía noticias de mi bicicleta, me decía que ya habían llegado las llantas, o el timbre o que ya la estaban pintando, el problema fue el asiento, que parecía que nunca llegaría. Como era de esperarse, su bici estuvo lista mucho antes que la mía, preciosa y "nueva" la trajo un día, blanca casi toda con pequeños detalles rojos y azules, la enorme bicicleta llenaba todas nuestras tardes acompañando a mi tío a "Aprender a manejar", era obvio que él ya sabía, solo que llevaría al menos 40 años sin subirse a una cosa de esas y tuvo que pedir ayuda a mi tío más joven, que en ese entonces no pasaría de los 21 años. Así mi tío Darío estuvo listo una mañana de lunes para irse a trabajar en bicicleta, con la expectación de toda la familia, evidentemente el mayor peligro en ese tiempo no eran los carros o buses, sino que perdiera el equilibrio y se cayera en un charco del camino sin asfaltar, y llegara todo hecho barro a dictar sus clases. Llegada la tarde mi tío apareció en la casa, algo nervioso pero impecable, su travesía había sido exitosa y desde entonces la repetiría todos los días hasta la llegada de los peligrosos y baratos colectivos (Taxis). 

No pasó mucho tiempo para que llegara la tarde en que mi tío llegara sonriente y me dijera: ¡Ya encontraron asiento para tu bicicleta! en efecto fuimos a recogerla en unos pocos días, era sencillamente preciosa, no quedaba ni un solo recuerdo del montón de fierros que había visto antes, y en su lugar una bellísima estructura de un color verde brillante, un verde que nunca más volví a ver en ninguna otra cosa, con un asiento de cuero puro, de color claro y sin ningún tinte, que hacía perfecta combinación con el color "verde alegría" de mi bicicleta. No sé si por coincidencia, o porque el "maestro bicicletero" tenía un gusto muy elegante y desarrollado, pero era perfecto el "diseño" de mi nueva posesión. 

La verdad es que era un poco grande para mí (A pesar de que yo era más alta que cualquier niño de mi edad) y solo podía subir a ella con ayuda de mi tío, quien a partir de ese día, religiosamente me llevaba todos los días a la plaza a aprender a manejar. No recuerdo cuanto tiempo duró el aprendizaje, ni cuantas caídas me di en ese piso empedrado o cuantas veces me choqué con alguna de las viejas bancas, cuantas risas despertó la curiosa escena, y cuantos diálogos tuve que escuchar entre mi tío Darío y sus amigos, acerca de lo bien que lo hacía y lo rápido que aprendía, diálogos que casi siempre acababan en una nueva caída.

Mi tío Darío cargándome, yo solo tenía 1 año.

Lo único que recuerdo de todo eso, y tal vez con más amor y ahora, 20 años después, con una mirada más trascendente y agradecida es una tarde soleada, yo montada en la bicicleta y mi tío, perseverante, sujetando el asiento de la bicicleta verde. Mi tío Darío, enseñándome a manejar, sin tal vez siquiera adivinar todo lo que en verdad me estaba dando, para ese momento y para siempre; todas las posibilidades que estaba abriendo en mi vida y todos los momentos presentes, pasados y futuros en los que he sentido (O sentiré) la plenitud total con solo una ligera brisa sobre mi rostro y mis piernas ligeras al pedalear...


Les dejo este vídeo, que aunque de otro país, 
creo que tiene que ver mucho con lo que les cuento.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Recuerdos de Ámsterdam

El dolor me duró casi una semana, la herida de mi mano no terminaba de sanar, así que decidí tomar medidas inmediatamente, ¡Me voy a comprar unos guantes! de nuevo me planté en la tienda de bicicletas más cercana a mi casa, y en un gesto que ahora pienso fue un poco irrespetuoso de mi parte, metí mi bicicleta después de una niña y le hablé directamente al vendedor, obviando a las personas que estaban allí segundos antes que yo; eran un padre y sus dos hijos, la niña que había entrado antes que yo, y un niño que entro luego, los tres arrastraban sus bicicletas a un costado. El señor, muy amable decidió esperar porque yo solo quería comprar unos guantes y él quería una reparación. Comencé a preguntar por las cualidades de los guantes y qué precio tienen estos, aquellos, aquellos otros, cuando de pronto los niños comenzaron a pedir insistentemente:

-¡Papá yo también quiero unos guantes! - decía la niña que a todas luces era la mayor.
-¡No yo quiero unos! ¡Cómprame a mi esos verdes! - Se sumaba al pedido el hijo menor. 
-No papá, cómprame a mi los verdes, ¡Yo te pedí primero! - Replicaba la niña.
-No, otro día - Respondía con seguridad el padre.

Yo sorprendida de nuevo con los precios, buscaba un par que me cubriera el dedo pulgar por completo, pero solo habían dos opciones, unos guantes con los dedos cubiertos solo hasta la mitad, y otros, con los dedos completamente cubiertos, los primeros dejaban precisamente al descubierto mi herida, y los segundos, solo de verlos ya me imaginaba lo cómo iban a sudar mis manos, así que la compra se prolongaba porque yo no dejaba de explicarle al vendedor cual era mi objetivo con los guantes:

-Quiero solo que me cubra hasta la herida, porque en el trébol freno mucho y termino maltratándome. Le decía.
-¿Has pasado por el trébol en bicicleta? -Preguntó sorprendido el papá
-Si- le dije- Pero me he maltratado demasiado las manos, por eso quiero llevarme unos guantes.
-Tu problema es que debes tener unas manijas de pésima calidad o muy resecas. Llévate estos guantes que tienen protección en las palmas para que no te duela tanto -Ofrecía siempre atento el vendedor.

Me calcé los guantes y realmente se sentía la protección por todos lados, no me cubría la herida, y costaban 75 soles, más del doble de mi presupuesto, pero se sentían tan bien que decidí que los quería.

-Me los llevo, ¡se sienten muy confortables!
-¡Y mira!, tienen protección en los nudillos por si te caes,  para que no te raspes - Observó el papá.
-Sí, se sienten súper ricos, se acomodan muy bien a la mano - dije, ahora si no tendré miedo de volver a subirme a la bici.
-¿Por qué?, ¿Te has caído? - Preguntó el papá.
-No lo que pasa es que la semana pasada me fui al trabajo en bicicleta.
-¿Si? ¿Pero está cerca?
-Bueno, no, son 13 kilómetros más o menos.
-¿Trece? ¿Pero la gente respeta? ¿No tienes miedo? - preguntaba con una expresión que variaba entre el asombro y el entusiasmo.
-¡Papá, papá hay que ir al colegio en bicicleta!
-Si papá, si ¡vamos todos en bicicleta!
-No, no, acá la gente no respeta. -Le respondió a la niña -¿Te vas todos los días a tu trabajo en bicicleta? - Me volvió a preguntar.
-No -le dije- me fui solo una vez y al día siguiente estaba tan adolorida que no tuve el valor de volver a intentarlo, pero ahora, con mis guantes, lo volveré a intentar, primero 1 vez por semana, luego 2 veces por semana y así hasta llegar a hacerlo a diario. - Respondí convencida.
-¿Pero no te has sentido en peligro?
-Bueno, la verdad tenía miedo al principio, pero después no, me fui por las ciclovías de San Borja, y solo en Aramburú se puso un poquito feo, pero en verdad resultó mucho menos peligroso de lo que suponía.
-Huuuuy me han dado ganas a mi también de ir en bicicleta a mi trabajo, sería súper relajante - Decía cada vez más emocionado.
-¡Si papá vamos todos en bicicleta! - Volvían a insistir los niños.
-No, acá no te respetan hijita, te puede pasar algo - Volvió a pisar tierra al responderle a su hija, pero luego, volvió a emocionarse al contarme: Yo he vivido 9 años en Ámsterdam, y allí todo es bicicleta, allí si te respetan. Una vez se organizó una bicicleteada con todas las embajadas y fue muy lindo, todos paseábamos con total seguridad, nadie tenía miedo de que venga un despistado por ahí.
-Huy es que allí si se ha pensado la ciudad para la bicicleta - le respondí - Yo el otro día estuve un poco molesta, porque después de pedalear 13 kilómetros, llegué a mi trabajo y no me quisieron dejar estacionarla en la cochera del edificio, más me demoré buscando estacionamiento. En cambio allá me han dicho que todos los lugares tienen estacionamientos para bicicletas y que las bicis pueden dejarlas en las calles sin ningún peligro - Agregué.
-¡Para tu problema esto es lo que necesitas! - Agregó el vendedor, que fiel a su oficio no perdía la oportunidad de promocionar sus productos- Esta bicicleta es plegable, con ella no tendrás problemas para estacionarte, la puedes meter en cualquier sitio, hasta al taxi, al ascensor, al micro, a donde quieras.
-¿Que chévere! (Casi grito de la emoción), así no tendría más problemas -Respondí emocionada.
-Si -agregó el papá- Está muy linda, así yo también me voy a trabajar en bicicleta - dijo emocionándose de nuevo, pero al ver que sus hijos estaban por emocionarse  y aventurarse a lanzar una serie de nuevas propuestas, volvió a su postura prudente - pero acá no es como en Ámsterdam, acá es otra cultura - Finalizó terminando por completo de pisar tierra.

Estacionamiento de bicicletas en Lima.

Me despedí, con mis guantes en mano, previo pago por supuesto, y les deseé suerte, y ellos me la desearon a mí también. Iba pensando en esa conversación;  es cierto que no podemos compararnos con otras culturas, en cuanto al uso de la bicicleta nos llevan años luz, pero ¿No será que nosotros exageramos un poco? ¿No será que nos dejamos llevar por nuestros prejuicios y miedos? Y tal vez solo opinamos desde ese punto de vista, sin atrevernos a comprobar estas ideas.

Me acordaba de mi misma, muriéndome de miedo antes de aventurarme a intentarlo, las ideas que me surgían eran muy similares a las de cualquiera que le cuento lo que he hecho y lo que pretendo hacer, yo también decía que acá no te respetan, que esta ciudad no está pensada para los ciclistas, que acá los choferes son unos salvajes, los peatones unos imprudentes y muchas otras cosas más. Sin embargo al experimentar por mi misma la ida al trabajo en bicicleta, me di cuenta que, si bien es cierto nunca faltan personas desequilibradas o despistadas, por lo menos; también hay gente amable y consiente que me cede el paso, a las que les doy las gracias y me dicen: ¡De nada!, hay conductores que al verme bajan la velocidad de su auto y se alejan un poco de mi, en un claro acto de respeto y prudencia.

No voy a negar que también haya salvajes que me han cerrado el paso, que solo por molestarme en lugar de alejarse y desacelerar, se han acercado y acelerado, que incluso hasta mañosos casi me hacen caer de la bicicleta, y peatones desubicados casi me hacen chocar con algún auto al intentar no atropellarlos cuando se deciden a cruzar de improviso y sin mirar. Y que incluso los baches y huecos de las pistas alguna vez han hecho que me sienta en peligro, más allá del pésimo diseño urbano de nuestra ciudad.

Pero no puedo vivir solamente viendo eso, ninguno de nosotros puede vivir solamente viendo el lado oscuro de la vida, la vida tiene siempre 2 lados y en este caso, creo que valdría la pena ver también el lado positivo, y más allá de eso, creer que hay un lado positivo, y que vale la pena cambiar nuestra manera de pensar respecto a algo, pues, si no lo hacemos, nadie lo hará, y si nadie se decide a dar el primer paso, ningún otro lo hará por nosotros.

¿Para qué ser ciclista si no hay ciclovías? Podríamos decir, y tal vez nos responderían ¿Para qué hacer ciclovías si no hay suficientes ciclistas? Así nunca se lograría el cambio que tanto queremos y tal vez, seguiríamos simplemente soñando con Ámsterdam.

Estacionamiento de bicicletas en Ámsterdam.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El ciclismo, un deporte completo

Alguna vez oí decir que tanto la natación como el ciclismo son los deportes más completos que existen, de hecho nunca supe en que se basaban semejantes afirmaciones pero la mañana del martes, después de mi travesía, comencé a comprenderlo.


Primero que nada sentí un ligero dolor en los antebrazos que de alguna manera ya se había empezado a hacer evidente el mismo lunes, a medida que el tiempo pasaba mi cuerpo comenzaba a manifestar diferentes dolores, fruto del esfuerzo del día anterior, ahora ya eran los brazos completos los que me dolían y luego la espalda, a la altura de los omóplatos poco a poco se volvía intocable, ahora ya toda la espalda y por último las manos, no podía ni agarrarme del pasamanos en el bus sin sentir un ligero dolor que fue in crescendo a medida que transcurría el día al punto de no poder siquiera posar mi mano derecha en el mouse o apoyarme ligeramente con la izquierda, luego el abdomen dijo presente e incluso el pecho no se dejó pasar desapercibido.


¿Y qué era lo más raro? las piernas casi ni me dolían, verdaderamente me dolían tanto como me duelen después de una caminata y nunca como me llegaban  doler después de una clase de danza. Aunque valgan verdades, el casi irrisorio dolor de piernas sumado a todo lo demás hacía de mi existencia, al menos momentáneamente un calvario.


Esa noche salí con mi novio, creo que cocinamos, y que a él le salió todo muy rico. ¡Pero por Dios! ¡Yo no toleraba ni un abrazo! felizmente mis labios no habían tenido parte en la reciente aventura porque sino ni un piquito hubiéramos podido darnos.


Así las cosas decidí que al día siguiente no repetiría el plato,¡No me vuelvo a subir a la bicicleta hasta que me deje de doler el cuerpo, se me sanen las heridas y mis manos puedan tocar algo sin sufrir yo las consecuencias!


(Les dejo esta canción. Parece que no tiene nada que ver, pero yo
le encuentro  mucho en común con la presente entrada.
Espero que les guste, nos vemos el próximo sábado)