sábado, 15 de octubre de 2011

Las previas

Empujada por el repentino entusiasmo de mi jefe, había comenzado a aceptar que uno de estos días comenzaría mi travesía en dos ruedas, todavía me seguía muriendo de miedo, pero la idea de ir en una caravana me tranquilizaba un poco, me imaginaba que entre mi jefe, mi ayudante y yo, podríamos cuidarnos y sentirnos más seguros, me preocupaba un poco quedarme atrás, aunque si lo pienso era preferible eso a retrasar la marcha de los demás. Además creía que no me sacarían tanta ventaja porque de los 3, yo soy la que vive más cerca, así que cuando nos encontráramos ellos ya estarían cansados.

Habíamos quedado en que yo me compraba el casco, mi jefe le hacía el mantenimiento a su bicicleta y también se compraba el respectivo casco y bueno mi ayudante vería si se podía comprar una bici nueva. Supuestamente el lunes empezaríamos, aunque con el transcurrir de los días nadie había mencionado nada de nuevo, al parecer solo había sido flor de un día, las palabras el viento se las había llevado y lo único que parecía permanecer en pie era el eterno debate entre mis miedos y mis ganas de salir de ese círculo vicioso.

Mi espíritu competitivo resucitaba poco a poco y me empujaba a retarme a mí misma, y sin pensarlo mucho había empezado a estudiar la mejor ruta. Un día convencí a mi novio de ir caminando desde San Borja hasta Miraflores, con el floro de que estaba cansada de hacer lo mismo y que quería probáramos algo diferente, algo como caminar; así pude hacerme una mejor idea de las distancias y tener un mejor panorama de lo que me proponía. Pasaba una semana, dos, mi ruta se perfeccionaba y yo me sorprendía con lo caros que estaban los cascos para bicicleta, imaginaba que uno no me costaría más de 30 soles pero la verdad era otra, en las páginas de Internet no había encontrado uno que bajara de los 150, eso me desanimaba un poco, así que volvía a dar vueltas sobre los miedos y las ganas de cambiar, de pronto estaba comprando una botella de agua de un litro pensando en el primer día en que saliera a trabajar en bicicleta.

Al parecer mi jefe sufría de lo mismo, pues pasado el entusiasmo inicial solo había mencionado 2 veces más la consabida frase ¡Ale tenemos que hacerlo ya! ¿Ya te compraste el casco?, dicho esto volvía a pasar una semana hasta que aparecía la nueva muestra de interés, y todo volvía a quedar en el olvido, todo menos mi inquebrantable lucha interna sin ganador a la vista.

De pronto, un viernes mi jefe volvió a repetirme ¿Ale cuando la hacemos? yo este fin llevo mi bicicleta a mantenimiento si o si. Ante esta situación decidí tomar el toro por las astas y le dije:

-Bacán, ¿ya has pensado en una ruta?
-No, todavía, primero quiero poner mi ticla a punto.
-Bueno, yo pensé en esta, creo que es la mejor - le mostré mi ruta trazada en el Google Earth, convencida de que más que la mejor, era la única que yo intentaría, y sin embargo no había podido deshacerme del Trébol, no me quedaba más que intentarlo.
-¿Cuantos kilómetros salen?
-Algo de 13.
-¿Por qué mejor no nos metemos por acá? – dijo señalando una avenida un tanto desolada.
-Bueno, puede ser, aunque esa avenida me da miedo.
-No te preocupes Ale, tú vas adelante y si viene un choro y te quiere hacer algo, yo de atrás vengo y lo chanco.

Me reí de su ocurrencia, pero esto había sido suficiente para sentirme comprometida con un reto: Yap - le dije - mañana me compro el casco.

Sin embargo el ánimo pareció habérsele pasado de nuevo, al despedirnos no hizo mención a la aventura y yo tampoco quise insistir. Decidí para mí misma; que no iba a dar marcha atrás ya tenía bastante lidiando con mi propia indecisión, como para encima hacerle frente a la indecisión de los demás, al día siguiente me planté en la tienda de ciclismo más cercana a mi casa, 200 soles en mano, para comprar todo lo que según yo necesitaba: un casco y un chaleco reflector que hiciera que de ninguna manera pasara desapercibida para ningún chofer distraído; ahora que lo pienso con un chaleco como el que imaginaba no iba a pasar desapercibida para nadie.

-Hola ¿tienes cascos? - se me ocurrió preguntar en un pequeño ambiente abarrotado de toda clase de bicicletas y accesorios para ciclismo, donde de hecho varios cascos asomaban en los escaparates.
-¿Para niño o para adulto?
-Para mí- respondí tratando de parecer convincente y disimular el hecho de que hasta comprar el casco me daba miedo por lo que implicaba, implicaba que no había vuelta atrás, con lo amarrete que soy no me iba a dar el lujo de tirar la plata por la ventana, si compraba el caso era para usarlo y eso me daba miedo.

Al parecer el chico que me atendía ni imaginó cuales era mis verdaderos propósitos con el casco, porque no tardo en decirme:

-Para ti estos son los únicos colores que tengo- mientras señalaba un par de cascos de colores infantiles que de algún modo él suponía femeninos, uno era un rosado Barbie sobre el cual unas líneas blancas surcaban los altorrelieves, y otro un celeste entre pastel y eléctrico que tenía el mismo detalle blanco que el otro- También tengo uno en fondo blanco y con líneas rosadas-agregó.
-¿No tienes otros colores?-pregunté un tanto contrariada.
-Déjame ver- dijo viendo la mueca de disconformidad que trataba de ocultarse en mi cara.


Similares a estos eran los cascos que me ofrecieron

Regresó con un par de cascos; uno negro con líneas plomas, casi imperceptibles y uno azul eléctrico, me enamoré del negro, y pensaba que como mi bici es negra, quedaría perfecto. El casco costaba 100 soles pero con su respectiva rebaja me salió a 95, en ese momento pregunté por el chaleco reflectante. El chico debió haber hecho un buen esfuerzo para aguantar la risa, y con diligencia me condujo a un escaparte lleno de luces y me fue explicando para que servía cada una y cuáles eran las bondades de una u otra. Decidí que era muy caro, que solo llevaría el casco y me encomendaría a mis buenos reflejos, al circulito reflectante que poseía mi bicicleta en la parte de atrás y a la lucecita que se prendía con la fricción de la llanta, ubicada en la parte de adelante.

De pronto el chico comenzó a interesarse en mis propósitos, ya sea porque preguntaba mucho y reflejaba evidente ignorancia en cuanto a ciclismo se refiere, ya sea porque el miedo se me notaba en la cara.

-¿Tú montas bici a menudo?
-Montaba hace tiempo - respondí
-¿Si? y ¿vas a volver a hacerlo ahora?

La respuesta era obvia, sin embargo hallaba cierto tipo de consuelo al confiarle mis planes a un extraño al que probablemente no vería más, así que casi sin darme cuenta solté todo lo que me proponía:

-Sí; lo que pasa es que ya estoy harta del tráfico y quiero probar a ver si puedo ir a mi trabajo en bicicleta, pero es muy lejos y me da miedo, por eso creo que necesito todas estas cosas.
-¿Y tu bici está bien? - Evidentemente yo no me lo había preguntado, en ese momento recordé que mi vieja bici estaba tirada desde hace más de un año y que no tenía idea de cómo estaba, lo cual me volvió a llenar de miedo e inseguridad.
-Está un poco oxidada, pero creo que no está tan mal, creo que si la hago - respondí tratando de nuevo de sonar convencida, ya no para él sino para mí misma. - Solo me da miedo el Trébol - confesé.
-Pero vas por arriba y no hay problema - respondió entusiasta.
-Sí pero arriba hay mucha gente, me da miedo que me hagan caer o algo - respondí tratando de ocultar mis verdaderos miedos y prejuicios, me daba miedo que me roben y me dejen botada.
-Bueno, hay que ser pacientes- finalizó.

Nos despedimos y al día siguiente el miedo y la angustia crecían dentro de mí, y no solo los míos, mi novio, al ver el casco me había pedido que no lo hiciera, porque tenía miedo de que me pasase algo; mi mamá no paraba de hablar sola, como es su costumbre, recitando a viva voz y casi de memoria todos los peligros de ir sola en bicicleta en una ciudad como esta; tal vez ambos tenían la mejor de las intenciones, pero solo conseguían asustarme más.

Comiéndome todos mis miedos, terminé de preparar mi bicicleta, llené mi bolso con la botella de agua que había comprado hace varias semanas especialmente para la ocasión y con todo lo necesario para salir oliendo a flores del baño de la oficina; escogí mi ropa, la más cómoda de mi guardarropas, un leg in negro de algodón y encima un vestidito negro y algo corto pero muy confortable. Una vez listo todo, me alisté para irme a dormir temprano, y ya acostada, el miedo venía a mí con más fuerza, mi jefe no me había llamado y yo no pensaba hacerlo tampoco, resignándome a emprender sola la aventura, imaginaba que se me rompía la cadena y me caía de cara en el momento que un carro pasaba, o que me caía en las rampas del Trébol y me sacaba la mugre; en medio de tanta psicosis apelé, vaya a saber por qué, a la voz del chico de la tienda: "Bueno hay que ser pacientes" me dije a mi misma, y después de un rato conseguí dormir.

Mi vieja bici, tal y como la dejé; lista 
para emprender el viaje

4 comentarios:

  1. Que buena! Cuando publicas la siguiente?

    Ale, te comento que hoy en el Somos salió todo un articulo sobre la movilidad en bicicleta. Aun no lo he leído pero parece que esta interesante y podríamos comentarlo. Hablan de la bicicleta plegable y de gente en Lima que lleva años movilizándose asi... No te la pierdas!

    Muchos Saludos.

    Gik

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  2. Hola Gik:

    Gracias por la recomendación y disculpas por no responderte antes. Trataré de averiguar más sobre las bicicletas plegables que en verdad me ahorrarían todos mis problemas de estacionamiento, y no solo a mi sino a más de uno.

    Saludos:

    Ale

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  3. QUE NERRRVIOSSSSSS ...
    creo q las bicis no son para mi... o al menos...
    mas q a las bicis, a los carros, al tráfico, a la gente ... LE TEMO A LAS CURVAS... casi siempre me caigo por culpa de una =)

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  4. Hey Dianita:

    Lo que me cuentas suele pasar, conversando con un taxista este me dijo que nunca manejaría bicicleta porque no podía doblar a la izquierda, cada vez que lo intentaba se caía.

    Yo creo, que nunca es tarde para animarse y retarse a uno mismo, sino me crees mira mi último post y verás que es puritita verdad. Un abrazo y hasta el próximo sábado:

    Ale

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