sábado, 8 de octubre de 2011

Una Cuestión de velocidad - Segunda Parte

… En el baño de la oficina prácticamente me desvestí y si hubiera habido agua caliente me hubiera dado un duchazo, pero me conformé con lavarme la cara, una que otra cosa más y peinarme de nuevo. Pensaba que esto de la caminata al final podría no ser un buen negocio, igual había tenido que tomar 2 ómnibus y un taxi y había sudado tanto como para sentir ganas de bañarme, para sudar así hay que venir preparada -me decía a mí misma- ¿Si hubiera venido en bicicleta hubiera sudado tanto? ¿Estaría tan cansada? Bueno, al menos estaría más preparada porque si sales de tu casa consciente de que vas a hacer esfuerzo físico llevas mínimo una toalla y todo lo necesario para asearte en la oficina y salir del baño oliendo a flores como si acabaras de ducharte en tu casa.

Mis pensamientos siempre me llevaban por el mismo lado: la bicicleta ¿Qué tan buen negocio sería?

Hacía 2 semanas que, investigando para un proyecto personal había leído un artículo de MARTHA MEIER M.Q. publicado en el Comercio que hablaba de que si el parque automotor de las grandes ciudades seguía creciendo a la velocidad que lo está haciendo en 30 años las ciudades colapsarían en un embotellamiento mundial. Más allá de esta apocalíptica proyección, mi atención se concentró en otro dato: “Un estudio de finales del siglo XX reveló que la velocidad promedio en las ciudades es de 18 km/h, más o menos igual al de los tiempos de las carretas jaladas por caballos”.


La visión apocalíptica de embotellamientos globales
no es ninguna exageración, solo miren este vídeo
sabrán que tan en serio estamos hablando.


Sorprendida volví a recurrir al Google Earth, ¿Cuál era la distancia que recorría para llegar a mi oficina en transporte público? La cifra era mucho menor de lo que suponía, solo 12.5 kilómetros. Seguí indagando ¿Cuál era la velocidad promedio de una persona en bicicleta? Las respuestas eran de lo más variadas y las variables innumerables, la verdad casi no entendía nada. Por ejemplo, el record de descenso en nieve de una bicicleta prototipo es de una velocidad de 222 km/h, y todos los records eran de lo más raros: descenso en volcán, detrás de un camión, sobre rodillos. Las velocidades siempre superaban los 150 km/h y lo máximo alcanzado fue de 334km/h (Sobre rodillos). Tardé mucho tiempo en encontrar lo que buscaba: la velocidad promedio de una persona en bicicleta iba de 20 a 25 km/h

¡Eso significaba que yendo en bici, a 25 km/h podría llegar a mi trabajo en media hora! ¡No puede ser posible! Dentro de lo emocionada que estaba por mi descubrimiento mi racionalidad arremetió con otra pregunta: Ok esa es la velocidad promedio pero ¿Podría ir yo a la velocidad promedio? En primer lugar ¿Cuál era mi velocidad? No tardé mucho en descubrirlo, hubo un tiempo en que iba a mis clases de danza en bicicleta, me demoraba entre 15 a 20 minutos, volví a averiguar la distancia: 3km

El dato no era muy positivo: significaba que mi velocidad era de 9km/h casi el doble de la velocidad caminando y la mitad de la velocidad de una carreta tirada por caballos; sin muchas esperanzas hice el siguiente cálculo: ¿Cuánto tiempo me tomaría llegar a mi trabajo a una velocidad de 9km/h? la respuesta fue una cachetada a toda mi rutina cotidiana: 1:23 horas, 7 minutos menos que en ómnibus. Y de algún modo me pareció gracioso pensar que me tomaba casi el mismo tiempo ir en bici que ir en bus, porque eso significaba que en bus, iba a una velocidad igual o menor a 9km/h, es decir: ¡En la ciudad de Lima, concretamente en la avenida Javier Prado, nos movemos a la mitad de la velocidad que se alcanzó en las ciudades en el tiempo de las carretas tiradas a caballos! Eso a mi modo de ver significa un gran retroceso en la civilización.

Emocionada por este descubrimiento me atreví a comentarlo a la hora del almuerzo, la verdad nunca imaginé que la gente se iba entusiasmar tanto. Más allá de las burlas y risas generales sobre mi pobre record ciclístico personal, cuando les dije que a esa velocidad me demoraba lo mismo que en el bus, todos empezaron a asociar el dato a ellos mismos, unos comenzaban a hacer el cálculo de cuanto demorarían ellos, otros comenzaron a sacar cuentas de cuanto ahorrarían en taxi, o cuanto les costaría poner a punto la vieja y oxidada ticla, en el peor de los casos se planteaban cuanto podrían gastar en una ticla nueva, todo era barullo emoción en esa oficina en la que yo era la única chica. De pronto, en un arranque de optimismo mi jefe tomó la iniciativa: ¡Ale tenemos que hacerlo ya!


Apabullada porque nunca imaginé el giro que las cosas iban a tomar, me sentí embargada por el miedo, el miedo a las pistas, a los choferes, al smock, a los peatones, a caerme y sacarme la mugre, al Trébol de Monterrico, a no hacerla y quedarme botada en medio del tráfico…



3 comentarios:

  1. Muy buena ale. Divertido y fresco. Me encantan los tips con datitos, como ese VIDEO!!!. Yo también me estoy animando a ir en bicicleta a mi chamba pero aun no estoy seguro. Me da un poco de temor teniendo en cuenta que los peatones y ciclistas somos invisibles para los carros! Celebro tu osadía de recorrer esos 12 km!

    Muchos Saludos
    Gik

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  2. Hey! Muchas gracias por leerme! En verdad es gratificante saber que a alguien le parece divertido lo que escribo, pero más aún, saber que te estás animando a ir a tu chamba en bici, solo ten mucho cuidado y paciencia.

    Un abrazo:

    Ale

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  3. Me olvidaba, te recomiendo que empieces con paseos cortos para ir ganando seguridad. Pero sobre todo infórmate bien sobre rutas, estrategias de seguridad y demás cosas que puedan ayudarte en las vías, pronto publicaré algo al respecto.

    Otro abrazo:

    Ale

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