sábado, 10 de diciembre de 2016

La vaca no recuerda cuando fué ternera.

Seguía cumpliendo mi plan nutricional y mi plan de actividad física, y aunque al principio no se apreciaban mayores resultados con el paso del tiempo estos se fueron manifestando muy poco a poco y muy tímidamente, solo me movía por pura perseverancia y también por la necesidad de ahorrar dinero pues mis ahorros no iban a dar para tanto si por ejemplo para ir a Cafh, que está a 3.5 km de mi casa tomaba un taxi (porque ir en bus definitivamente no valía la pena).

El verano había transcurrido sin contratiempo y en estos meses Daniel había tenido un nuevo proyecto; hacía mucho tiempo había comprado una bici de segunda a 50 soles; habíamos salido a un par de marchas ciclísticas juntos y la bici había ido a dar al olvido del sótano por un par de años. Allí había acumulado polvo y óxido y cuando la quiso sacar de nuevo era sencillamente inservible; así que su proyecto era repararla y dotarle de nueva vida; la llevó al taller y se olvidó de ella por todo el verano, cuando por fin lo llamaron y le dijeron que si no se la llevaba la regalaban.


Nuestras bicicletas
Fuente: Daniel

En abril trajo la “nueva bici” muy emocionado, pero había pasado tanto tiempo que no me fijé más que en que ahora era negra y muy reluciente mientras pensaba que si no la usaba la bici se iba a malograr de nuevo; así que se me ocurrió:

-¿Qué te parece si los martes vamos juntos a Cafh en bicicleta?
-Pero yo me voy de la oficina – respondió
-Pero tu oficina está muy cerca, te da de sobra el tiempo para que regreses a la casa y saques la bici, además ya no tendríamos por qué volver separados, sería muy divertido volver juntos en bici.
-Mmm puede ser…
-Otra opción es ir a tu chamba con bici y yo paso por ti y nos vamos juntos.
-No se… no me convence del todo. – respondía él indeciso.
-Bueno ¿Me puedes decir cuánto te costó arreglarla? – Decidí ir directo al grano.
-Pues sumando la pintada con los frenos y el cambio de aros, de cadena, del tubo del asiento y del timón deben haber sido 400 soles.
-¡¿Qué?! – Exclamé a todas luces sorprendida – ¿Eso quiere decir que te has tirado 450 soles en una bici que nunca vas a usar?
-Bueno, si la voy a usar… - Atinó a responder más dubitativo aún.
-No te engañes, ha estado pudriéndose en el sótano por dos años, ahora la has dejado abandonada en el taller por 4 meses, si no empiezas a darle un uso real tal vez deberías venderla o regalarla. – Sentencié convencida.
-Está bien, tienes razón, vamos a probar ir a Cafh juntos… - Dijo aún sin convencerse del todo.
- Ok ¿A qué hora paso por tu oficina a recogerte?
-¡No, no, no, no, no! Yo vengo acá a dejar mis cosas, voy a probar poco a poco, no pienso ir al trabajo en bici todavía. Paso a paso.
-Está bien, entonces ¿A qué hora llegas a la casa?
-¿A las 6:30 te parece bien?
-¿Tan temprano? Si la reunión es a las 8:00, yo llego en 20 minutos; con que llegues a las 7:20 sobrado la hacemos; es más vamos lentito y con cuidado. 
-No, no me quiero arriesgar a llegar tarde; estoy acá a las 7:00 pues.
-Está bien – Tercié – Te espero lista a las 7:00.

Se fue a trabajar; yo planifiqué mi día; pensaba que tal vez mi ruta perfecta no era tan perfecta para él; así que me planteé por un instante ir por la ciclo vía de Pardo, para luego agarrar la ciclo vía de Arequipa y de ahí meternos por las callecitas más tranquilas; pero deseché inmediatamente la idea al recordar el cruce de Arequipa con Angamos, ni toda la calma de las ciclo-vías podía equilibrar el tremendo estrés de ese cruce donde muchas rutas de combis giran de Arequipa a Angamos sin la menor consideración por ciclistas y peatones, zurrándose por completo todos los semáforos existentes; además esa ruta era más larga que mi ruta habitual. Una vez descartada la idea, inmediatamente fue eliminada de mi mente y seguí con mi día. A las 7:00 estaba lista para salir; pero Daniel no llegaba.

Daniel llegó a las 7:15, no podíamos meter ambas bicis al ascensor así que decidimos que él bajara primero y yo lo siguiera. Una vez en la calle yo tomé la delantera y seguí mi ruta como de costumbre, de pronto me di cuenta de que Daniel no me seguía, volteé a verlo y vi que estaba yéndose por la vereda en otra dirección, cuando por fin conseguí hacer que viniera conmigo le pregunté:

-¿Qué haces? ¿Por qué no me sigues?
-¿No íbamos a ir por la ciclo vía?-  Respondió un tanto sorprendido.
-No, no hay forma, esta ruta es más corta y es muy tranquila, no tendrás el menor problema; además nos hemos demorado tanto en salir que si vamos por Pardo fácil no llegamos a tiempo. – Respondí con tal certeza que él simplemente atinó a seguirme.

Ingresé a la Av. Santa Cruz; volteaba de vez en vez para asegurarme de que Daniel iba bien, escuchaba sus cambios trabarse una y otra vez; es normal si no estás acostumbrado a los cambios al principio trabarlos o trabarte con ellos; pero el constante ruido estaba empezando a estresarme por lo que volteaba con tanta frecuencia que muchas veces perdía la noción de lo que tenía en frente. En una avenida como santa Cruz, tan llena de baches, rompe-muelles y ojos de gato ese tipo de distracciones como mínimo acabarían en una caída; ya había perdido equilibrio un par de veces así que decidí dejar de mirar con tanta frecuencia.

De pronto me di cuenta de que ya no escuchaba el ruido de los cambios de Daniel detrás de mí, me asusté y rápidamente di vuelta para verlo; no lo pude ver con el rabillo del ojo, así que me giré sobre mi misma con tal vehemencia que se aflojó el seguro de mi asiento; Daniel no estaba detrás de mí; me asusté más y empecé a buscar con la mirada en todas direcciones, el seguro de mi asiento estaba completamente flojo, cada vez me costaba más mantenerme en equilibrio y en línea recta, los automovilistas tenían que ir con mucho cuidado para que yo no los golpeara; hasta que por fin vi a Daniel: Estaba casi una cuadra detrás mío yendo por una vereda completamente oscura con todas las luces apagadas, esquivando lentamente a los peatones o haciendo que estos lo esquivaran a él; me apeé de la bici en un estacionamiento y allí lo esperé, estaba furiosa.

-¿Por qué te desapareces sin dar aviso? – le increpé sin disimular para nada mi furia.
-Es que habían muchos carros – Respondió él mortificado.
-¡Pues claro que hay carros!, ¡Es la pista!
-Si pero yo no tengo casco – Replicó él cada vez más mortificado.
-¡Pero no te puedes desaparecer si avisar!, se ha malogrado mi asiento y casi me caigo por buscarte ¿No te das cuenta que con esas actitudes también me pones en peligro a mí?
-Pero es que no me dijiste que iríamos por la pista – Atinó a responder.
-¿Pero qué pensabas? ¿Qué iríamos por la vereda? ¡No hay forma!, te he dicho que esta es una ruta segura, yo la hago todo el tiempo ¿No puedes confiar en eso?
-¡Si, pero tú tienes casco!, ¡yo no tengo! – Exclamó ahora si abiertamente mortificado.
-A ver – Dije tratando de calmarme y tratando de ver cuál era la mejor solución para no perder más tiempo – Si vas a ir por la vereda no puedes ir a oscuras, al menos pon tus luces.
-No tengo luces.
-¿Qué? – Dije sin dar crédito a lo que oía - ¿Cómo no vas a tener luces? En fin, no me vas a decir que tampoco tienes timbre ¿O si?
-No, tampoco tengo.
-¿Qué? – Ya no cabía en mi – No puedes ir por la vereda sin timbre y a oscuras en la noche, los peatones no te van a ver y vas a perder mucho tiempo esquivándolos; además en cada cruce te vas a demorar el doble porque los autos no te verán ni escucharán al girar. Por último ya hemos perdido demasiado tiempo acá y vamos a perder más tiempo hasta que yo ajuste mi asiento y no nos podemos demorar metiéndonos por las veredas a oscuras y sin timbre. Tendrás que ir por la pista – Sentencié convencida – Al menos con tus reflectores los conductores podrán verte.
-¿Qué reflectores? – Respondió él desconcertado.
-Oye no me vengas con tonterías, esa bici tenía reflectores antes de que la llevaras al taller, no me digas que no se los dejaste…

No tenía reflectores, y yo no podía creerlo; yo no le había prestado la menor importancia a esos detalles de la bici de Daniel, pero de alguna forma asumía que tenían que estar allí; era tan fuerte mi convencimiento de que uno tiene que velar por los mínimos elementos de seguridad de su bicicleta que ni se me había pasado por la cabeza que alguien tan cercano a mí no lo hiciera. ¿No me la pasaba hablando yo de eso todo el tiempo? ¿Acaso no me escuchaba?

En casa del herrero, cuchillo de palo reza el refrán, y ahora no podía cumplirse de una manera más precisa.

-¿Por qué le quitaste los reflectores? – insistí.
-Es que estaban rotos – Respondió el.
-No puedo creer que te tires tanta plata en fichosear tu bici y no hayas invertido ni un sol en los elementos más básicos de seguridad ¿Cómo vas a ir por la calle si reflectores, sin luces y sin timbre?
-¡Me arañé pues! - Respondió el abiertamente molesto – No creí que fuera necesario.
-¡Pero si son los principales elementos de seguridad! – Replicaba mientras aseguraba mi asiento.
-¡No sé por qué haces tanto lio por eso cuando lo que verdaderamente importa es que no tengo casco! – Atinaba a responder él.
-Ay Daniel, el casco es lo de menos, te sentirás más seguro con el casco pero la verdad es que si manejas con cuidado, si tienes luces o reflectores, si tienes timbre, dejas de ser un peligro público y al menos cumples con lo que exige el reglamento de tránsito; el casco ni siquiera se menciona en el reglamento. Más importante es que tu presencia se note, que la gente que comparte la vía contigo pueda verte y escucharte.
-Bueno pero ¿Quién se sube a una bici sin casco? Hasta tú llevas tu casco a todos lados – Rebatió él, mientras providencialmente pasaba una chica en bicicleta manejando totalmente despreocupada su bici en la pista sin ningún casco en la cabeza.
-¿Ves? ¿Ves a esa chica? ¿Ves que no lleva casco? ¡Y es chica, y va por la pista! ¿Pero sabes por qué no lleva casco? Porque tiene reflectores, y timbre, y luces; y maneja con cuidado. ¿Sabes por qué yo si llevo casco?
-¿Por qué?
-¡Porque soy una maniática! Y porque suelo recorrer grandes distancias. – Respiré para tranquilizarme – Mira, no puedes ir por la vereda por cuatro razones: La primera, porque no debes; la segunda, porque eres un peligro para los peatones; la tercera porque te vas a demorar más y no tenemos mucho tiempo; y la cuarta porque si no tienes ni luces ni timbre ni reflectores, yo voy a tener que ser tu timbre y tus luces y tus reflectores delanteros. ¿Estás de acuerdo?
-Si – respondió él resignado.
-Bueno si es así, debes estar lo más cerca de mí que puedas, no te debes desaparecer sin previo aviso; en las esquinas yo pararé a los carros y tu pasas al toque. Voy a hacer mis señas bien grandes para avisar giros y paradas; tú sígueme con cuidado.
-Ok – Respondió él con mayor resignación.

La ciclo vía de la Av. Arequipa
fue parte de nuestro recorrido
Fuente: Yo

No habíamos recorrido ni la quinta parte de la ruta, si nos deteníamos una vez más llegaríamos tarde; felizmente ya no tuvimos más incidentes en el camino, pero Daniel llegó temblando a la reunión. A pesar de que los compañeros lo felicitaron y se comenzaron a organizar salidas con todos en bici; él no se animaba en lo absoluto; al poco rato le empezó a doler la cabeza y su expresión fue sombría durante todo el tiempo que duró la reunión.

Al regresar me confesó que podía disfrutar más el camino de regreso porque habían menos carros; pero también me aseguró que nunca repetiría la experiencia y que yo lo había traumado mucho, me pidió que no vuelva a sugerir nada similar si es que no tenía la paciencia para ir con él.

Yo no podía entender su posición, para mí era lo más normal del mundo ir en pista, todavía recordaba mis primeras experiencias: Sola, sin nadie que me guie; dudando y cometiendo error tras error, aprendiendo de las malas experiencias y también con bastante investigación de por medio cuales eran las mejores maneras de moverse en bici por la ciudad. Para mí era normal tener miedo y también era normal sobreponerse al miedo; no entendía por qué para él tenía que ser diferente, es más, yo había descubierto mis propias rutas sin ayuda de nadie y él no era capaz siquiera de reconocer que la ruta era bastante tranquila, él partía con un montón de ventajas que no podía reconocer porque no había tenido que partir solo; porque había alguien que lo guiaba aunque para él la guía hubiera resultado tan poco comprensiva.

Pero claro, por más que uno recuerde cómo fueron sus inicios, la vaca nunca recuerda cuando fue ternera. Es probable que recordar que tenías miedo no sea lo mismo que sentir el miedo; sobre todo si es algo que ya superaste; además las primeras experiencias de Daniel no tenían por qué verse desde la perspectiva de mi propia experiencia; y si, yo había sido muy dura con él; tal vez no era el momento más adecuado; tal vez en ese momento era más oportuno darle aliento que reprocharle; tal vez debería tener más en cuenta eso que alguna vez me dijeron en alguna bicicleteada: “Los ciclistas deberían tener más paciencia con las personas que no tienen tanta experiencia como ellos…”

Y claro, si queremos incentivar el uso de la bici no podemos ir por el mundo atropellando a las personas; ni en el aspecto físico y corporal, claro está; ni mucho menos en el aspecto emocional; así pues, de todo se aprende en esta vida; y la bici es un medio para aprender también a ser mejores personas, a ser personas más amigables, más comprensivas, más pacientes y más humildes.

Pero también a ser personas más responsables, así que si estás pensando en movilizarte en bici no ignores la responsabilidad que tienes tanto con su seguridad como con la seguridad de quienes comparten la vía contigo, infórmate de tus derechos y deberes; ahora existe tanta información disponible, que es muy lamentable que nos informemos tan poco al respecto; de nosotros depende que nuestras experiencias en dos ruedas sean las mejores.

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